Dice el viejo refrán que "en el país de los ciegos, el tuerto es rey". No obstante, de un tiempo a la fecha me vengo preguntando: ¿cómo es que los ciegos pueden cerciorarse de que ese, al que siguen, es en verdad un tuerto? ¿Qué tal si los engaña? ¿Qué pasa si el supuesto tuerto no es sino otro ciego que asegura a los demás que algo alcanza a ver, pero que en realidad es tan invidente como ellos?
Cada vez estoy más convencido de que los mexicanos estamos siendo guiados por ciegos. Sólo así me puedo explicar, por ejemplo, toda esa sarta de declaraciones absurdas que el gobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval, ha hecho por lo acontecido la semana previa en aquella entidad.
¿Qué clase de tontos cree que somos los ciudadanos, cuando sale a decir que los bloqueos, incendios y hasta el derribo del helicóptero del Ejército, no son actos terroristas sino sólo "vandalismo" cometido por gente que estaba bajo el influjo de las drogas? Pero lo que más preocupa es pensar que Aristóteles Sandoval en verdad cree que así fue, lo que se deduce de las decisiones -léase aquí "ninguna"- que ha tomado como gobernador en materia de seguridad.
De acuerdo con la información oficial, el grupo delictivo que realizó los "desmanes" el pasado 1 de mayo, lleva en los últimos dos años un total de 102 homicidios cometidos contra servidores o funcionarios públicos, entre ellos el secretario de Turismo de la entidad y un diputado federal. Pero, nada de eso ha sido visto con preocupación por el gobernador jalisciense quien insiste en declarar, una y otra vez, que el cártel en cuestión "no representa riesgo alguno" para la entidad. Lo que lleva a preguntar: ¿qué necesita entonces pasar como para que Sandoval vislumbre riesgos, como los que efectivamente previó el Observatorio Nacional Ciudadano, que en repetidas ocasiones señaló el peligroso aumento de la violencia en Jalisco?
Pero este caso, insisto, sólo es un ejemplo. Por todo el territorio nacional y en cada ámbito de la vida pública, vemos cómo las autoridades de los tres poderes y órdenes de gobierno se afanan en decir que todo está bien, que aquí no pasa nada, que vamos creciendo, que llevamos el rumbo correcto, que México es, recordando aquella gran novela del finado Luis Spota, "Casi el paraíso".
Pero no. Todo lo contrario. Nuestro país sufre. Tiene crisis en casi todos los ámbitos de su vida pública. Se mantienen crecientes la desigualdad, la injusticia, la impunidad, la corrupción, y un largo etcétera. Al tiempo, la economía permanece estancada, crece la precariedad laboral, el sistema educativo es toda una simulación, se incrementan los problemas de salud pública, y pareciera que son realmente pocas las cosas que funcionan de manera aceptable.
Hoy los candidatos se nos acercan pidiendo nuestro voto, todos hablan como si en verdad conocieran la realidad y supieran cómo transformarla para bien. Pero, la duda permanece, ¿en verdad son tuertos los que pretenden dirigir nuestros destinos?