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Ensayo sobre la cultura

NOSOTROS QUE VALEMOS MÁS QUE TÚ

JOSÉ LUIS HERRERA ARCE

Antes de que la democracia fuera un sistema corriente en todos los países modernos, de vez en cuando, los hombres eran capaces de enfrentarse a sus gobernantes para ponerlos en la realidad. Creo que fue en Inglaterra donde los barones se opusieron a, si no me equivoco, Juan sin tierra, fundando el primer parlamento del mundo actual (no hay que olvidar que los griegos y romanos ya habían experimentado con este tipo de gobierno) diciéndole: "Tú que vales más que cualquiera de nosotros y todos nosotros que valemos más que tú".

De una forma u otra, los políticos son muy inteligentes y vuelven a las andadas intentando dorar la píldora con la finalidad de que el pueblo se la coma. Los malos gobernantes hacen de las suyas y mientras se encuentran en el poder es imposible que la ley los atrape o los haga pagar sus delitos. Aún después, algunos siguen protegidos y sólo aquellos que se pasan completamente de la raya pagan sus culpas encerrados.

Este pueblo que va a votar y que con ello se conforma, ¿qué armas tiene para defenderse de los malos gobernantes? Las leyes son muy lentas y con muchos recovecos para poder atrapar a quienes infringen sus normas. Si nos ponemos a pensar, las hacen ellos, los legisladores que ahora sabemos han dejado de representar al pueblo para representarse a sí mismos o a los grandes intereses que saben pagar los favores de múltiples maneras.

La dignidad cívica se nos ha ido perdiendo porque dejamos hacer. Una persona que se dedica a la política, con el tiempo llega a ganar lo que nunca ganaría en un trabajo normal en la sociedad civil. Las diferencias son abismales; el sueldo de un diputado o de un senador está por arriba de los 60 o 70 mil pesos (creo que me quedo corto), mientras que el sueldo de un profesionista moderado puede andar entre los 20 0 30 mil cuando comienza a destacar. ¿Ustedes consideran que alguien que llega a ganar hasta cien mil pesos se puede preocupar por los intereses de aquellos que apenas reciben el salario mínimo? Definitivamente no; por eso, es muy fácil corromperse en un sistema político que está planteado en esas bases.

¿Cuál es la fuerza que se puede oponer a este tipo de intereses? La sociedad civil organizada, más, con las cámaras de comercio e industriales se han convertido en lo mismo, trampolines para llegar al puesto donde las preocupaciones económicas desaparecen, y si no es por el sueldo del político, lo es el contrato; hay que quedar bien con quien lo otorga a pesar de lo que se diga de los concursos. Muchos insisten en ellos, a pesar del riesgo que se corre por no cobrar los servicios cuando el gobernante no puede pagar, lo que pasa cada vez más frecuentemente.

Lo anterior funciona junto al temor de perder lo que se tiene porque cuando caes en desgracia habrá mil modos de afectar a tus empresas para que fracasen, o de ponerte zancadillas para que no logres los objetivos en tu profesión. Si vives con la cabeza gacha, posiblemente recibirás las migajas que caigan de la mesa de los poderosos.

A esto, hay que agregarle la corrupción que ha introducido en las esferas políticas la delincuencia y la ineptitud de resolver este cáncer social de parte de quienes deberían de solucionarlo. (A lo mejor no lo hacen porque no les conviene). Me dirán que soy pesimista y lo soy. Pasa el tiempo y no se ve la luz al final del túnel.

Vienen las elecciones y los partidos políticos comenzarán a repartir las migajas para conseguir votos. (El bulto de cemento y las despensas las pagan nuestros impuestos). Que dadivosos son con lo que no les cuesta, es una de las múltiples formas de corromper conciencias.

En donde ha quedado el "nosotros que valemos más que tú" en la misma parte que el "Vencimos al desierto". Nada más hay que fijarse en nuestra pobre ciudad; de perla ya no tiene nada, ni siquiera es ágate, si mucho, canica de barro.

Nos hemos preocupado por nosotros mismos y por ello nos han derrotado. Es hora de que nos preocupemos por los demás; es como nuestros padres y abuelos hicieron de esta ciudad lo que era; lo que ya no somos.

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