Con la publicidad política no se sabe nada. Un eslogan te habla del "cambio" y ésa parece ser una palabra enigmática, porque no se entera uno de qué cambio te habla. Se supone, que en los últimos años, el país ha estado cambiando y para darse cuenta basta unas cuantas nociones de historia, a las que cualquier universitario podría acceder.
En los treinta y los cuarenta, se proclamó una economía mixta. Se estatizó petróleo, electricidad, teléfonos. Hace diez años, ha estado pasando lo contrario: se privatiza Teléfonos y se abre a la inversión privada las fuentes naturales de energía. En los mismos treinta, la economía era cerrada y nacionalista. Hoy, la economía es abierta y globalizada.
Si de cambios se trata, ahí están, sin pedirnos mucho permiso. Nuestros representantes han autorizado todo lo concerniente para que las cosas pasen.
Entonces, cuando se habla del cambio, en concreto: ¿A que es a lo que se refieren? Porque eso de que un país cambie a cada rato y no se concrete nada es estar en la constante cuerda floja, lo que produce hambre e incertidumbre política, de lo cual ya estamos cansados.
Como eslogan político lo del cambio se queda en un campo incierto. Hoy, que nos sentimos más tranquilos, por lo menos no se sabe mucho de los haceres delincuenciales, ¿vamos a volver a cambiar a lo de antes donde la muerte violenta era el pan de todos los días? Hay que aclararlo. Cambio, cambio, cambio, hacia dónde, cómo, por qué, un poco de materia gris en esos cerebros políticos, que el sueldo que pretenden tener lo amerita y el pueblo ya merece inteligencia en sus dirigentes que los pueda llevar a alguna parte.
Otros partidos políticos quieren cosechar en su favor los males nacionales hablando mal del otro. La proposición no existe, solamente la queja de lo mal que han estado haciendo las cosas los que están, como si el cambio de nombres fuera más que suficiente para que nuestro futuro tenga mejores expectativas; pero si no hay capacidad para proponer en concreto acciones, mucho menos las va a ver para poder gobernar y se corre el peligro de caer en lo mismo.
Las acciones espectaculares tampoco son convincentes. Ir, por ejemplo, en contra de los toros y los circos a nombre de los pobres animales es andarse entre las ramas. ¿Por qué no van en contra de los cultivos que quitan agua a la población o de las chimeneas que envenenan el aire? Intereses creados y tendría sus bemoles, pero la acción es sensacionalista como que para que digan que haces y en realidad lo único que logras es acabar con una fuente de trabajo que durante generaciones ha sido benéfica para la sociedad. Estoy seguro de que estos mismos hombres comen carne por lo menos dos veces por semana, o pollo, pescado, puerco, sin que les preocupen mucho los animalitos muertos.
Por último, faltaría hablar de aquéllos que representan amenaza totalitarista. Esos dioses que sólo aceptan como única valedera su verdad que no están dispuestos a compartir con nadie la dirección ideológica y que han usado a los demás como trampolín para hacerse de nombre y de fama.
Si entre los de una misma ideología no están unidos, cómo podemos esperar que unan a una nación tan diversa. Eso sería posible a base de purgas, eliminar a quien no esté de acuerdo contigo, como sucede en los países totalitarios.
Vivimos aún en un sistema liberal, por lo menos podemos emitir nuestra opinión sin que nos expongamos mucho por ello. También, es posible, a base del esfuerzo personal, resolver nuestros problemas económicos. Podemos reunirnos, protestar, opinar, crear polémica, votar, pensar, disentir, y eso ya es ganancia. Haciéndolo podremos ayudar a aquéllos capaces para los puestos de elección, que ahora dudo que los haya. Mejorar nuestra economía, dejar de venderla, de ofrecerla al extranjero. Podemos pugnar por salirnos de los tratados que no nos conviene, oponernos a que nos traten como clientes, que nos den, que nos regalen si somos capaces de obtener por nuestros méritos. En eso consiste ser ciudadano.
A campañas tontas, políticos mediocres. De tin marín.