La declaración fue de que al menos que hubiera un cambio de cultura, no se podría erradicar la corrupción.
Primer problema: ¿Qué entiende por cultura? El segundo: ¿Quién se va a encargar de instrumentar este cambio de cultura? Tercer problema. ¿Cuáles serían las características de la nueva cultura?
Mientras que no exista una idea clara de hacia dónde debe caminar el país, mucho menos se sabrá hacia dónde deben encaminarse los ciudadanos que lo conforman. Si no definimos, es inútil mencionar palabras que pierden su significado al carecer de un contexto. Hago referencia a lo escrito en mi artículo pasado.
El problema es la corrupción, y en este país, desde hace mucho, el serlo es una defensa que nos sirve para sobrevivir. Muy pocos son los que siguen las normas a pie juntillas, ya que las propias autoridades corrompen al ciudadano porque por medio del susto le hacen ver que es preferible arreglarse a afrontar la consecuencia de sus actos. Sería el agente de tránsito quien tuviera que imponer la no corrupción y es quien da pie a que, por evitarse una infracción, el automovilista ofrezca. Y en todos los niveles es lo mismo.
Si cultura son todas aquellas referencias con las que contamos para darle un valor a nuestros actos, hasta ahora, por más de lo que diga la publicidad anodina, lo que nos enseñan desde el poder es a corrompernos, porque esa es una manera necesaria para sobrevivir.
¿Quién va a enseñar? ¿Los maestros? Últimamente, no existe una buena imagen de ellos. El intentar evitar un examen es aceptar que no se está preparado para ello, y si no se está preparado para ello, una de las profesiones que habría de limpiar de la corrupción sería ésta. Ya se sabe lo que ha sucedido en el sur del país donde estos profesionistas se quieren imponer a los deseos del estado y han trastornado la vida económica y el profeso educativo, porque con la fuerza nos quieren decir que ellos si pueden obtener sus privilegios a costa de los intereses nacionales. Por lo tanto, la pregunta: ¿quién va a enseñar el nuevo modelo cultural? Si los educadores no, me imagino que los políticos también dejan mucho que desear, y entonces tendremos que confiar en otro tipo de personajes que quién sabe en dónde se encuentren.
A los medios de comunicación ni los menciono, porque su negocio no es andar cambiando los intereses culturales de un pueblo si eso va a afectar sus beneficios económicos. No creo que tengan mucha creatividad para hacerlo, ya que se están acostumbrando a comprar programas y no a crearlos. La idiosincrasia del mexicano y de lo mexicano los tiene sin cuidado. Entonces, al cambio cultural, a menos que no sea para reforzar esta sociedad de consumo en la que nos encontramos inmersos, no es por aquí.
Lo tercero por responder es hacia donde se dirigirá la nueva cultura. Si vamos a combatir la corrupción, qué vamos a ofrecer al ciudadano para que deje de ser corrupto. Ya está claro que ese es un cáncer que se tiene que comenzar a combatir desde la cabeza. Con declaraciones no se logra nada. Son palabras que se quedan en el aire. A lo mejor si ponen la muestra, por imitación alguien sigue su comportamiento. Que se vayan poniendo las cosas en claro: ¿De dónde vienen las fortunas? ¿De dónde los bienes? ¿De dónde los adeudos? ¿De dónde Las designaciones a candidatos? ¿De dónde salen los partidos? ¿Adónde se va el dinero que se les otorga?
Son tantas las cosas que debieran arreglarse antes de declarar. Yo estoy de acuerdo que hay que cambiar nuestra cultura. La cabeza debe comenzar. ¿Cuándo lo va a hacer?