Cuando uno cree haberlo visto todo, sale un nuevo elemento de escándalo que te sigue indicando que el ser político no es más que un trabajo donde se supone un muy poco esfuerzo para la producción con un magnífico pago que en ninguna otra parte te darán. Para ser político, sólo se necesita tener un poco de colmillo. No implica ningún compromiso ni con nadie ni con nada. La buena cualidad es el servilismo hacia el de arriba. El pueblo es un concepto que ha perdido todo su contenido, sobre todo cuando no existe la conciencia histórica.
Tuve la oportunidad de escuchar la grabación donde un político se refería a los indígenas. Fuera de si es legal o no dicha grabación, dice mucho de las personas en las que a veces confiamos para resolver nuestros problemas. Por lo pronto, se ve que sigue estando lejos la integración de una etnia que no se acaba de asimilar (en realidad son muchas etnias, porque entre los indígenas hay variantes, según de la región de donde procedan). Se cree conocer al indígena porque se han visto programas de vaqueros en la televisión y qué abismales diferencias existen entre aquellos y éstos que pueblan nuestra región de quienes la inmensa mayoría no conoce, y si los conoce, es el peor estado de ellos, el que presentan en nuestras ciudades donde tienen que venir a pedir al no encontrar en sus regiones la manera de mantenerse.
Los pueblos indígenas, son aún ahora, lugares que podrían estar generando riqueza, o a lo mejor la están generando para unos pocos, con la explotación de las artesanías, producto preciado para muchos extranjeros y despreciado por nosotros los mexicanos, quienes a final de cuentas, a pesar de toda la escolaridad que podamos presumir, carecemos de elementos culturales autóctonos. Estados como Michoacán, Oaxaca, Estado de México, Guerrero Puebla, Veracruz, Yucatán, están llenos de pueblos artesanales que producen piezas que muchas de ellas podrán ser elevadas a su condición de arte. Pero como en todo, la modernidad no considera nada fuera de la industrialización y piensa que aquello que no entra en sus círculos comerciales no vale la pena mencionarlo.
Un diablo de Ocumicho, un árbol de la vida, el barro negro de Oaxaca, las piñas de Michoacán, el rebozo de bolitas de San Luis Potosí, los tejidos de cintura de muchas partes de nuestro país, los metales que se trabajan en Taxco, son solamente un botón de muestra de lo que es la gran riqueza artesanal de los pueblos indígenas. De donde viene su menosprecio, del ilustre hombre civilizado, que por no tener léxico para expresarse llena sus diálogos del lenguaje altisonante que sólo demuestran su escasez de ideas. Pero aparte, que ni siquiera conoce en donde está parado. Si su trabajo tiene relación con ello, por lo menos se hubiera preocupado de indagar un poco para comprenderlos. El vividor disfruta de los bienes que le da el árbol al cual se arrima, pero le importa muy poco el modo cómo lo afecta.
El indígena sí que es culto, porque cuenta con una larga tradición que la conquista no pudo eliminar del todo. Ya de los primeros frailes que llegaron a nuestro país se dieron cuenta de que existían elementos culturales profundos e importantes y ellos mismos se encargaron de recuperar lo que el soldado que sólo deseaba el oro había destruido. Qué pocos conocen los escritos de Sahagún, donde se encuentra el compendio de la gran cultura Nahuatl y otros libros donde se puede conocer el pensamiento Maya o el Tarasco.
Este hombre civilizado con una escolaridad muy mal digerida, se conforma con lo mismo que se conformaba el soldado conquistador, con el oro, y hasta sigue siendo capaz de fundir la obra de arte para convertirlo en metal y venderlo fácilmente. Qué tipo de vida llevará una persona así, con tan escasa capacidad para ser persona humana. ¿Cómo se puede permitir que tipos así trabajen para nuestras comunidades si ni siquiera se toman el trabajo de conocernos?
Nuestra cultura es la del maíz y eso es mucho, la del tequila, la del mezcal, la del chocolate, la de la tuna, la de los moles, la del chile y del ají, la de la yuca, la del tejido, la del barro, la del bronce, la plata y el oro, la de la guitarra, la marimba, el arpa. Muchos no pueden presumir tanto, ni tan siquiera su materia gris. ¡Y hay quien los defiende! ¡Pobres diablos!