No me refiero a los jugadores de futbol americano estadounidense, sino a los hombres necesarios para sacar a la patria del atolladero en el que se encuentra metido. En este fin de semana, lo que festejamos es a quienes en el pasado, con sus equivocaciones y sus aciertos, a fin de cuentas nos vinieron a heredar la nación que ahora mal que bien disfrutamos o padecemos.
Al parecer, los enemigos no se acaban, aunque aún no puedan ser llamados enemigos y quieran pasar ante los ojos del mundo como las blancas ovejas que piensan primero en los demás y al último en ellos, mas ya se están descubriendo, alguno hasta pueden presumir algunas órdenes de aprehensión en su contra y no por levantarse en busca de la libertad y de la justicia, sino por haber cometido delitos del fuero común y alguno que otro abuso del poder.
Los patriotas nos liberaron de estar bajo el cetro de una familia monárquica y también han tratado de abolir innumerables veces los privilegios sociales. Hoy, por lo que se ve y se siente, las ovejas blancas tratan de establecer a familias con privilegios para suplir aquellas viejas monarquías que sin producir nada se consideran con derecho todo. Los nuevos políticos son hijos de los viejos políticos. Y los pocos representantes que pertenecen a los tres poderes, quieren perpetuarse como si únicamente ellos fueran los capacitados para realizar lo que un diputado, senador, o presidente municipal puede hacer. Se supone que es el pueblo el que se gobierna a sí mismo, por lo cual es enteramente saludable que las personas renueven cada vez que se pueda, a quienes nos representan, ya que repetir, con el tiempo, separa de las masas y comienza a verse más conveniente la traición que el servicio a quien se debe de servir.
Insistimos en esta columna que el sufragio efectivo no reelección tiene su razón de ser.
Por otro lado, los viejos patriotas lograron nuestra independencia, y tan importante es la política como la económica. Hoy se insiste en que debemos de escuchar los cantos de las sirenas y dejarnos convencer con la entrada de capitales extranjeros para que manejen nuestra economía y nuestras fuentes de energía. Ya los dejamos entrar con las maquiladoras y no les convino, se fueron, dejándonos agarrados de la brocha, sin escalera, sufriendo la falta de trabajo y no viendo aquellos mercadotes de los cuales iban a disfrutar nuestros productos que traerían la bonanza en nuestra economía.
Hoy por hoy, que vendemos a bajo precio porque los precios de los energéticos van a la baja, y nuestros servicios de energía a la alza, lo cual tampoco es comprensible, qué vamos a hacer el día de mañana cuando ellos sean los dueños únicos de los productos necesarios para la vida cotidiana. Nos tendrán en sus manos, como ahora tienen a Grecia o a los países árabes. Ya comenzamos a vivir el caos del desorden que son incapaces de controlar estas ovejas blancas que con el discurso piensan resolver los graves problemas a los cuales nos enfrentamos y de los cuales no les vemos ninguna salida.
Pero las ovejas blancas actuales no son nada más los políticos, sino también nosotros, que permanecemos callados, que dejamos hacer y pasar sin sentirnos afectados o que sólo soportamos pensando en un ser mágico que vendrá a solucionar nuestros problemas sin pedir nuestra colaboración.
Los que hicieron nuestra patria se lanzaron a los campos de batalla y arriesgaron sus vidas para conseguir imponerse. Nosotros nos encerramos en nuestras casas sin decir esta boca es mía. Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen y nosotros nos merecemos este gobierno debido a nuestra apatía.
¿Criticamos a los héroes? Mejor sería criticarnos a nosotros. Ellos algo hicieron y después de todo fueron hombres; nosotros lo somos también, pero no hemos hecho nada porque no hay cosa que nos comprometa en nuestro quehacer particular.
Si no se necesitan las grandes hazañas. El ser ciudadano es algo más que votar o pedir que me den, es participar, es proponer, colaborar y protestar cuando se haga necesario.
Hoy es cuando se necesitan los patriotas para que lo que llamamos patria no fenezca.