Se supone que cuando nos hablan de arte, siempre habrán de referirse a lo que está bien hecho o a lo que es perfecto. Al meternos en este campo, consideraríamos que lo importante sería dominar una forma y profundizar en el fondo. Lo demasiado perfecto a veces se aleja del gusto popular, y para evitarlo, algunos conceden ciertas libertades para que a pesar de dominar una forma y profundizar en un fondo, el resultado final no quede tan extraño a aquellos que tienen poco conocimiento sobre estos temas.
Una novela como la de Ulises de Joyce no cualquiera es capaz de leer, y mucho menos de entenderla. Finnegans Wake ni siquiera es traducible. El mundo de los grandes como Faulkner supone disposición intelectual para jugar los juegos que los autores juegan; aquí podríamos incluir las diferentes maneras de leer Rayuela de Cortázar. A estas obras no se puede llegar si no se tiene un antecedente de lecturas y una visión sobre lo que ha sido la historia de la literatura, sobre todo en los dos últimos siglos.
Del otro lado tenemos la novela que está hecha para el consumo popular, a quien no le preocupa mucho pulir la forma y cuyo fondo se presenta por demás superficial. En el siglo XIX la moda fue la novela de folletón como Rocambole o los Pardillan; antecedentes de las radio y telenovelas. En el siglo XX, las sagas llenan los anaqueles de las librerías esperando lectores entusiasmados por la acción y los mundos ficticios que se les presenta. Los teóricos de la comunicación dirán que son el producto de la industria cultural.
En medio queda la cantidad de escritores que luchan por que alguien se interese en sus historias y sean comentadas o vendidas. Aunque lo intenten. A lo mejor no tienen un perfecto dominio sobre fondo y forma; mas para alguno lectores puede ser interesante su versión, aunque sea subjetiva, de esa realidad que para la mayoría puede ser extraña. Como ejemplo puedo nombrar a Ramírez Heredia con el Rayo Macoy, a Luiz Zapata con En Jirones, A Armando Ramírez con Chin Chin el Teporocho, o Mencionar a José Agustín que refleja a la juventud de los sesenta con el rock de la cárcel, o a Parménides García Saldaña con los cuentos del rey criollo.
Fuera de estos contextos, hay también muchos intentos de hacer literatura que no logran acercarse lo más mínimo al dominio de la forma o a profundizar el fondo y se vuelven lugares comunes que no reflejan por ninguna parte el conocimiento de aquello que se realiza. Poemas con las rimas fáciles en agudas, o en infinitivos; el colmo es el uso de los adverbios, o novelas que ni siquiera presentan un buen conflicto, o se vuelven lugares comunes repitiendo hasta el cansancio lo que todo mundo dice. Se llega hasta el plagio de frases célebres o temas, que lo único que logra es ridiculizar a quien lo hace. Se abordan situaciones cotidianas con el fin de melodramatizar, sin que se adivine la sinceridad.
Hay muchos que critican la obra difícil por tener influencias extranjeras. Mi manera de pensar es que toda la cultura está conectada e influenciada por expresiones que vienen de fuera. Es como lenguaje compuesto por miles de influencias según la historia que les ha tocado vivir. En el arte, desde siempre se ha vivido la globalización;los romanos y los macedonios esparcieron por todo el mundo los principios estéticos de los griegos. Es lo que llamamos clasicismo.
Las literaturas locales no son puras. La riqueza de algunos autores es saber combinar lo universal con lo nacional; el ejemplo más cercano es Murakami, donde la tradición japonesa y lo contemporáneo se encuentra unido. Por otra parte, lo local ha de proyectarse a lo universal; por eso nos encanta las tragedias griegas porque en ellas puede proyectarse cualquier hombre; o Shakespeare que Kurusawa lleva al cine en su versión japonesa. El Hombre profundo es el hombre con proyección.
La literatura es un sinfín de caminos para encontrar lo humano: Rulfo se complementa con Tolstoi, Poniatowska con Yourcenar, o Virginia Woolf, o Ayn Ryan; Lo exquisito puede ir de la mano con lo popular; tampoco debemos olvidar que el arte de todos los pueblos ha salido de sus lenguas vulgares; el caso de "La Divina comedia" "El Quijote" y muchas más.