La guerra se cierne en el medio oriente, y nos tienen distraídos de nuestra realidad nacional. La guerra, en realidad, la hemos estado viviendo desde hace muchos años en nuestra propia patria, por la incapacidad de combatir al narcotráfico y sus consecuencias, y los demás crímenes que nos atosigan y han hecho que muchos se vayan de aquí por el miedo a ser secuestrados o asesinados. La guerra la tenemos aquí y no podemos resolverla; entonces, que tenemos que ir a hacer en tierras extrañas donde nadie nos ha llamado. No me digan que ahora es necesario que defender los intereses de las grandes corporaciones que han provocado todo esto por quererse apropiar de las riquezas petroleras de estos lugares. Ellos son los que en el pasado han fortalecido a estos grupos
fundamentalistas para derrocar gobiernos que no les convienen.
Que se rasquen con sus uñas.
Nosotros tenemos muchos proble mas que resolver, puesto que el país que tenemos no es ningún paraíso terrenal. La mayoría ha sufrido las consecuencias de la inestabili dad social, o conoce a alguien que de cerca ha vivido el martirio de ver a su familia acosada o asesinada y ha sentido la impotencia de no poder hacer nada.
Nuestros problemas son más cercanos; por ejemplo, este año se han anulado los presupuestos para las cenas de navidad del sistema educativo. Entiendo con esto que quienes tienen que pagar los platos rotos debido a la austeridad provocada por tener que pagar los préstamos exorbitantes de nuestro anterior gobierno siguen siendo los de abajo; ya que los de arriba ni sufren ni se acongojan. ¿Cuánto dicen que van a recibir de aguinaldo por sacrificarse por la patria? Con eso para qué quieren cena de Navidad, que seguramente se la van a dar a cuenta del erario y abundantemente como acostumbran.
Las cenas de navidad son un modo de reactivar economía, de poner en movimiento dinero, de darle oportunidad a los restaurantes a que sobrevivan, de poner en circulación el dinero con lo cual se mantienen las fuentes de trabajo; pero, qué se puede esperar de estos personajes que solamente piensan en sí mismos y que nos cuesta las perlas de la virgen su ineficiencia. La cena es lo de menos, es la actitud.
Me pregunto: ¿qué significa el pueblo para nuestros políticos? Es el mal necesario que tienen que sufrir para llegar a tener un puesto donde se despeguen cada vez más de él. Es el tenerse que ensuciar las manos a los ejidos, y después tenérselas que ir a lavar con lejía, como mal necesario para disfrutar los grandes sueldos de un puesto público. Eso es lo que hacían los nobles, por ello en muchas partes del mundo se acabó con la nobleza.
El político piensa que el pueblo llano puede vivir con el salario mínimo; o que tiene que soportar los métodos de contratación que no les aseguran ningún futuro porque son las nuevas técnicas de esclavitud. Y ni modo, no hay más, porque las fuentes de trabajo no existen y hay que agarrarse a los calvos calientes para no morir de hambre
hoy, ya lo haremos mañana cuando de viejos no tengamos ninguna seguridad social.
Nuestros problemas están aquí en México no en el medio oriente. Nuestra ciudad se está desmoronando y muy pocos hacen algo por ella. Ya no se vive de palabras, la realidad nos acosa, los de arriba siguen estirando de la hebra hasta que se rompa e impere la anarquía.
La demagogia barata nos quiere distraer. Nos preocupa la situación de los sirios; lo que nos debe de preocupar es la nuestra. Necesitamos industria, necesitamos comercio, necesitamos calles asfaltadas, necesitamos que nuestros
campos produzcan sin terminarse el agua, necesitamos recuperar el orgullo de vencer al desierto, necesitamos guías que nos lleven a ello, reactivar la economía.
Nos vamos conformando con el éramos, el teníamos, el había, el se daba. Mala costumbre. Nosotros no cometimos los errores que nos trajeron a esto, ¿por qué tenemos que pagar los platos rotos?