Desde siempre, ha sido una constante la explotación del hombre por el hombre. Primero, se llamó esclavitud, y ésta persistió hasta bien entrado el siglo XIX. Después, con la Revolución Industrial, la explotación de los trabajadores con largas jornadas de trabajo y un raquítico sueldo con el que difícilmente podían sobrevivir. La explotación de los niños en las minas y en las fábricas era cosa de todos los días.
En los tiempos de La Conquista, las encomiendas utilizaban a los indios como mano de obra casi esclava a cambio de darles la doctrina. En el siglo XIX, los grandes hacendados eran los dueños de las personas que trabajaban en sus territorios y hasta tenían el derecho de pernera. Las leyes, productos de las revoluciones, han ido solucionando mucho de estos problemas, pero aun así faltan muchas cosas por hacer.
Los sindicatos no han sido de todo el provecho que pensáramos porque muchos de ellos se han vuelto cotos de sus líderes, quienes se han dedicado a medrar a su favor a costa de las aportaciones de sus compañeros. Poder y riqueza son las constantes de muchos secretarios generales; y también hay que decirlo, que muchos trabajadores se han refugiado en su sindicalismo para trabajar lo menos posible y sacar la mayor de las tajadas sin que eso les implique compromiso en las empresas en que ellos trabajan.
En el siglo XX, el 1 de mayo se festeja con bombo y platillo por los grandes avances, muchos de ellos innegables, que han conseguido los trabajadores; sin embargo, hay muchas cosas por hacer aún en este campo.
La contratación de personal a base de servicios de terceros que son los que se encargan de contratarlo y pagarles para evitar que las empresas se comprometan con sus empleados, aunque es legal, no es justo. El trabajador pierde la condición humana para convertirse en una especie de cosa que se usa y se desecha. A base de contratos por tiempos determinados, no se les permite a las personas hacer antigüedad y por lo tanto, con el tiempo, poder exigir que se le pensione con dignidad.
Para muchos capitalistas, el trabajador es un mal necesario, no hay porque comprometerse con él; reducido a condición de objeto, se puede remplazar por otro cada determinado tiempo y eso a la larga sale beneficioso porque no hay que cargar con las obligaciones legales que conlleva tener empleados durante mucho tiempo.
Acepto que los patrones también tienen sus riesgos y sus costos al tener personal de tanto tiempo que por alguna causa haya que despedir y los costos que esto con lleva. Muchas veces esos mismos costos no permiten que los trabajadores puedan recibir un mejor sueldo, porque eso mismo aumenta las obligaciones en el momento de terminar contratos.
El estado justo y el estado de derecho no hacen caso omiso a estas circunstancias que legalmente no están resueltas ni de uno u otro lado. Las leyes para eso son, para normar las relaciones entre los ciudadanos de tal modo de que no prevalezca la voluntad de uno sobre los derechos del otro. Si un trabajador se compromete con una empresa, entonces la empresa debiera de comprometerse con el trabajador; y si la empresa le ha servido al trabajador para resolver su vida cotidiana, entonces el trabajador debiera de comprometerse con la empresa y no nada más sangrarla.
A la Ley Federal del Trabajo aún le falta mucho camino por andar. La gente no puede llegar a viejo sin tener a quien recurrir para solucionar su subsistencia. Hayas tenido una buena vida o mala vida durante tu vida productiva, ésta debiera ser la misma en tu vejez después de jubilarte. Debiera de existir la oportunidad, en esas personas que no la tienen hoy, de ir acumulando puntos que le valgan en su jubilación; eso es más importante que servir a los intereses de las empresas que se encargan de contratar personal a nombre de terceros sin llegar a comprometer nunca con los trabajadores; y claro, los trabajadores nunca se comprometerán con sus empresas.
Los únicos que salen ganando con estos sistemas son los modernos esclavistas. Eso no es humano, aunque sea legal.