Un nuevo año merecería un inicio espectacular; sin embargo se me agolpan las temáticas que pudieran ser tratadas en estos artículos y termino por no saber por dónde empezar. Pero, vamos a recorrer posibles temas:
Primero: Mi pasión por la literatura de la que hablo poco; más bien soy un lector de libros y esto puede asemejarse a quien es aficionado a ver juegos de futbol soccer o americano que espera con ansia los tazones de principio de año. Yo no espero con ansia los premios Nobel porque hace mucho me decepcionaron. Ahora que andan con las campañas de la literatura, no entiendo por qué tanto escándalo si a la hora de entrar a las librerías el libro más barato se encuentra en los cien pesos y como va la relación peso dólar dudo de que los precios disminuyan. Para muestra, un botón: acaban de salir las obras completas de José Revueltas, siete tomos, alrededor de 300 cada uno, dos mil 100 pesos. No muchos tendrán esa cantidad para gastarla en libros. Por otro lado, hay tanto libro que algunos clásicos que se publicaron en los sesenta o setenta hoy es imposible de encontrar, lo que me hace pensar en las nuevas generaciones que tendrán muchos textos fuera de su alcance a menos que acudan a las bibliotecas. Estamos llenos de sagas y es bueno que los jóvenes comiencen a leer libros de aventuras como todos los leímos; mas tampoco hay que abusar, la literatura es un medio de cultivar el humanismo, indagar lo que es el hombre en todas sus dimensiones y darnos cuenta de la epopeya que es capaz de realizar cuando se lo propone. Me encantan las biografías históricas; en un programa de radio que realizo los martes a las cinco de la tarde por Radio Universidad, he hablado mucho de ellas.
Siguiendo con el tema: No todo es literatura cuando se habla de libros porque también existen los científicos; escasean, pero existen; aunque con tanta universidad que nos rodea debieran de consumirse en mayores proporciones, pero al parecer no sucede; muchos se obtiene sobre pedido y eso si tienes suerte de enterarte de su existencia.
Es imposible contar con amplios surtidos, las editoriales mexicanas debieran tener precios más accesibles. Anécdota: Durante mucho tiempo, me quedé con las ganas de leer el número cinco de la saga sobre los romanos de Posteguillo, el tomo costaba 500 pesos, el cuarto lo había conseguido en libros de bolsillo que me ahorraba como 150 pesos, pero de ése, no salía y no salía. Cuando recibí mi aguinaldo me dije, ahora es cuando, aún no entraba al mercado el libro de bolsillo y del normal en una librería no lo encontré y en la otra eran de los últimos. Lo obtuve. En mi siguiente visita a la librería, una semana después, estaban exhibiendo el libro de bolsillo. Con leyes o sin leyes del libro, así son las cosas. Ahora espero el sexto, anunciado para junio, más o menos, donde concluye la vida de Trajano. También, en este campo, se esperan las novedades, y si alguien gusta de gastar su dinero en los novedosos dispositivos electrónicos, otros los gastamos en libros.
Otro tema de los que podrían ser tratados es el hecho de que nuestra sociedad en vez de hacerse más humano se está haciendo más inhumano por no poner a trabajar su cerebro. La codicia y el dinero fácil están destruyendo a la sociedad y nosotros estamos dejando que esto suceda. A los que les interesa sólo obtener dinero porque con ello obtienen poder y no sé qué más ficciones, niños mimados cuyo berrinche se ha impuesto a nuestra vida cotidiana, nos han construido este infierno sin escape alguno. La cultura nacional está en manos de ineptos que manejan los principales medios de comunicación. La cultura nacional se ha ido a la basura y la corrupción es un cáncer que pronto terminará con la vida nacional.
La cultura sigue siendo un privilegio de clase porque así como los libros de doscientos o trescientos pesos están fuera del salario mínimo, así también lo están la entrada a los teatros; además, no existen campañas que formen hábitos culturales de mayor envergadura. La política es, cultura para los pobres a la usanza de Televisa; antiguos griegos, al pueblo circo sin pan. ¡Qué temas!
