sino por el afán de riqueza".
— Louis de Bonald
No hay mejor galimatías que la foto que publicó el periódico Reforma en su edición de ayer. Porque así es México, porque así somos los mexicanos: surrealistas, chuscos, en ocasiones ridículos al extremo. A menudo nos perdemos y navegamos sin mucho sentido, en un mar de contradicciones.
Sí, México es tierra de contrastes y la instantánea lo dice todo; que aquí no hay quien viva, ni ley que sirva, pero sí fuero que mande y que muy poco podremos hacer -reformas de por medio o no- mientras siga existiendo y dicha figura constitucional divida a los mexicanos en ciudadanos de primera -la clase política- y los de segunda que no contamos con ella.
En el marco de la discusión de la Ley Anticorrupción en el Senado de la República, un reportero gráfico captó el momento en el que, en pleno debate, Carlos Romero Deschamps y su compañero de curul, el exlíder de la CNC Gerardo Sánchez, ojeaban un catálogo de embarcaciones, cosa que hubiese pasado desapercibida (porque los legisladores o se duermen o se distraen a cada rato y nadie dice nada) si no fuera porque a Romero, hecho de sobra conocido, le gustan los yates y otros lujos de muy altos vuelos.
De hecho, estimado lector, en mi siguiente vida me encantaría reencarnar en uno de los bulldogs de la hija de Romero Deschamps, esos que viajan por el mundo en aviones de veinte millones de dólares, y son tratados a cuerpo de rey.
Menuda dicotomía, ¿o no? Y es difícil creer en los dichos de un presidente que habla de combate frontal a la corrupción, que insiste en que no tiene amigos ni lealtades dentro de su propio gobierno, al tiempo que instala a Romero Deschamps en el presídium de cualquier acto alusivo a los petroleros, y pronuncia discursos que hablan sobre un Pemex moderno, de clase mundial, eficiente y transparente en sus procesos.
Sí, México es una eterna dicotomía donde los dichos y los hechos, sencillamente no coinciden. Carlos Romero Deschamps, su sola presencia en una discusión legislativa para combatir y evitar la corrupción en la política, es chiste que se cuenta solo.
Ni la burla perdonan Carlos Romero Deschamps y su amigo, no digamos respecto a la atención que le ponen al trabajo legislativo -yo no tengo gran idea de qué demonios hace Deschamps en el Senado- sino porque se saben protegidos por el manto de la impunidad.
Pero ya no critiquemos a Carlos Romero Deschamps, quien bien sabemos, es hombre de gustos finos y placeres suntuarios. ¿Qué tanto es tantito cuando se realiza tan noble tarea en defensa de los trabajadores petroleros y se vela por sus intereses?
La propia Elba Esther Gordillo decía ufana que en efecto vivía bien porque su trabajo implicaba enormes responsabilidades y grandes sacrificios en pro de la educación, los maestros y los niños del país.
Así es que no nos escandalicemos si Carlos Romero Deschamps quiere hacerse de un segundo yate -recordemos que posee uno cuyo precio ronda el millón y medio de dólares- o pretenda quedarse con un modelito más nuevo porque en México así estilan los liderazgos sindicales.
Es normal, "es cultural" como tan acertadamente afirmó el Señor Presidente en su espléndido diagnóstico…
Como mínimo, ojear un catálogo de yates y soñar con la posibilidad (real) de comprarse otro, es algo que sin duda merece nuestro senador de la República -con fuero- después de haber discutido, por más de cinco horas que a cualquiera agotan- la Ley Anticorrupción que ahora sí, cambiará a México.
"En el mar, la vida es más sabrosa y con fuero, te quiero mucho más"…. ¿Así iba o no?
¡A gozar el yate se ha dicho! ¡Y que viva la lucha en pro de los derechos de nuestros compañeros trabajadores petroleros! ¡Que viva la cruzada contra la corrupción!
Nos leemos en Twitter, sin lugar a dudas: @patoloquasto