"Patriotismo es cuando el amor de tu pueblo viene primero;
Nacionalismo es cuando el odio de los demás viene primero."
Charles de Gaulle
El nacionalismo es por definición la exclusión del otro, del extraño, del extranjero. Desde tiempo inmemorial los humanos hemos desconfiado por instinto de aquellos que no conocemos, de los que no forman parte de nuestro grupo. La desconfianza se ejercía en un principio hacia personas que no fueran parte de la familia o del clan. Posteriormente se aplicó a quienes no pertenecían a la tribu. Con el nacimiento de la nación estado, el nacionalismo asumió el papel que esa desconfianza había tenido en otros tiempos.
La desconfianza a los demás parece un producto de la evolución. Casi desde el primer momento los seres humanos se distinguieron por ser los depredadores últimos de la naturaleza: eran la cúspide la cadena alimenticia, los animales que podían vencer y matar a cualquier otro. El único enemigo ante el cual no tenían una superioridad garantizada eran los otros seres humanos.
Hay indicios claros de que desde tiempos históricos los grupos humanos se enfrentaban unos a otros por territorio y alimentos. Los demás clanes o familias eran realmente enemigos. La forma usual de superar estos conflictos era a través de la fusión de los grupos, lo cual se lograba con matrimonios que dieran hijos que tuvieran una carga genética de los dos. Usualmente los dirigentes o caciques de grupos rivales ofrecían a sus hijos e hijas para formar parejas que simbolizaran la unión de los grupos.
El nacionalismo es una forma moderna de la exclusión del extraño. El nacionalista considera a los miembros de su nacionalidad, a pesar de sus diferencias, como aliados en un conflicto permanente contra los extranjeros, que son seres a los que hay que temer o despreciar.
El nacionalismo ha sido una de las principales causas de guerra a lo largo de la historia. Los gobernantes han tenido éxito al incitar al odio a los demás, el cual lleva a una población a justificar la guerra a pesar de las muertes que genera. Pero esto nunca habría sido posible si los humanos no tuviéramos una tendencia natural a desconfiar del extraño.
Las reacciones nacionalistas siguen siendo comunes a pesar de la globalización económica y cultural. La periodista húngara Petra Laszlo, que pateó y le metió el pie a unos refugiados sirios, ha declarado que cuando un refugiado corrió hacia ella: "Me asusté... Ocurrió algo dentro de mí. Simplemente pensé que me estaban atacando y que tenía que protegerme."
Donald Trump, hijo de madre irlandesa y nieto de abuelos alemanes, ha acusado a los inmigrantes indocumentados mexicanos de ser "corruptos, delincuentes y violadores". Estas acusaciones han generado indignación entre muchos, pero han convertido a Trump en el puntero en la contienda por la candidatura presidencial del Partido Republicano. El nacionalismo vende bien en lo político.
El gobierno mexicano cuestiona a Trump, pero mantiene prácticas migratorias más restrictivas que Estados Unidos. Estas políticas xenófobas hacen más difícil ingresar a México como inmigrante que a la Unión Americana. La población inmigrante de Estados Unidos asciende al 14.3 por ciento de la población. En México sólo el 0.9 por ciento de los residentes nacieron en el exterior.
Hay un nacionalismo positivo, ese que lleva al orgullo por las costumbres y tradiciones de un país, el que genera entusiasmo ante los triunfos de la selección, el que hace que tiemble en su centro el corazón con el himno nacional o con el "México lindo y querido". Pero no podemos cerrar los ojos al hecho de que el nacionalismo es una reacción natural de temor y odio al extraño que ha sido germen de innumerables actos de violencia a lo largo de la historia.
ALEIDA MORENA
Aleida Alavez hizo campaña como candidata plurinominal del PRD a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. Pero en el momento en que tomó posesión de su curul, anunció su decisión de unirse a Morena para darle a este partido mayoría. Parece poco ético.
Twitter: @SergioSarmiento
