¿De dónde salen los candidatos?
Si no son extraterrestres, entonces nacen en una familia como la tuya o como la mía, conviven en la misma sociedad en la que convivimos tú y yo, habitan en un municipio como en el que habitas tú o yo, quizá en el mismo Estado y sin lugar a dudas, vivirían en el mismo país, porque son mexicanos iguales a ti o a mí.
Si lo anterior es cierto, entonces, cualquiera de nosotros puede ser candidato. Por lo tanto, si queremos candidatos, políticos y gobernantes de primera, deberíamos empezar por ser una sociedad de primera, tener una familia de primera y ser cada uno de nosotros un ciudadano de primera.
Si todos, al menos aspiráramos a ser hombres y mujeres de primera, no estaríamos preocuparnos por la calidad de nuestros políticos y gobernantes, porque tendríamos la seguridad de que son personas con principios y valores, seres con un alto sentido humanista, serían ciudadanos de primera como tú o como yo.
Es más, tendríamos un sistema educativo de calidad con profesores y alumnos de primera; un sistema de salud pública con doctores, enfermeras y hospitales de primera; sistemas de seguridad pública y procuración de justicia eficientes sin cargas excesivas de trabajo, servicios públicos de primera, e instituciones públicas atendidas por servidores públicos de primera.
La corrupción e impunidad no existiría o estaría en niveles tan bajos que la transparencia y rendición de cuentas sería parte de nuestra cultura por lo que no habría necesidad de una ley en la materia y mucho menos una institución para normarla.
Pero, desafortunadamente, todo lo antes dicho, es un ideal, una utopía, el sueño de un mundo feliz. ¿Que es posible alcanzarlo? Claro que sí, es posible, pero no nos confundamos, esta aspiración conlleva innumerables obstáculos que debemos sortear, costumbres, hábitos, tradiciones que debemos cambiar, la principal: nosotros mismos.
Como lo podemos apreciar, no es sencillo, pero debemos darnos la oportunidad e iniciar lo antes posible si en verdad queremos tener y vivir no en una familia o en una sociedad o país de primera, por qué no aspirar, mejor, a un mundo de primera.
Por lo pronto, a dejarnos de lamentar, pasemos de ser simples espectadores, a ser ciudadanos participativos, exigentes con nuestros gobernantes, valientes para hacer valer nuestros derechos, pero también responsables de nuestras obligaciones.
Sería un buen principio, como diría el maestro Serrat, “sería todo un síntoma de civilidad” acudir a las urnas a votar –anular el voto, es otra forma de votar– pero sería más interesante demostrarles a los políticos y sus partidos que somos nosotros, el pueblo soberano, quien los coloca pero también los quita.
Es cierto que los partidos políticos y sus candidatos se han esforzado sistemáticamente por demostrar que son todos iguales, tanto que no hay a cuál irle, pero también debemos responder la pregunta ¿de dónde salen los candidatos?
No votar, no es la solución. Votar tampoco es la panacea, pero siempre es mejor hacer valer nuestro derecho establecido en el Artículo 39 Constitucional que no hacer nada por apatía o cansancio.
Si no cambiamos el problema de fondo, los candidatos, continuarán siendo iguales a ti o a mí.
Jesús Gerardo Puentes Balderas
Torreón, Coahuila.