Los decretos no acaban con la miseria
Por decreto la miseria no desaparece. La miseria se combate con productividad.
La productividad se logra con trabajo y eficiencia.
La espectacular noticia que “descubrieron” los medios de difusión, de que algunas familias indígenas son explotadas por productores agrícolas no es más que el descubrimiento del hilo negro. Esto es una realidad de siglos que cualquier persona que se documente un poco conoce.
Todas la dependencias oficiales como la secretaría de la Defensa de los derechos humanos, la secretaría del Trabajo y previsión social, la secretaría de la Defensa del menor y la familia, hasta las cámaras de diputados y senadores pasando por todas las personas que se sintieron dolidas por esta esclavitud del siglo veintiuno, brincarán y saltarán, pero caerán en el mismo lugar.
Se rasgan las vestiduras, quieren aplicar las leyes, meter a los culpables a la cárcel, aplicar las consabidas frases “que se aplique todo el peso de la ley”, “caiga quien caiga”, “nadie por encima de la ley”, etcetera. No dejarán de ser, ni llegará a ser más que una farsa. Simple y sencillamente porque la pobreza y miseria que reina en nuestra patria es la culpable de que estas personas vendan a cambio de mendrugos lo único que tienen, que es su mano de obra familiar, incluyendo mujeres niños y ancianos, y los productores agrícolas que enfrentan una encarnizada lucha de oferta y demanda de sus productos como cualquier empresa, ofrezcan esta oportunidad de trabajo a estas personas, oportunidad que beneficia y conviene a ambas partes.
Y si con las leyes en la mano las autoridades meten en cintura a estos productores pues se cubrirán de gloria ante el mundo, partirán la plaza con un gallardo paso triunfal, recibirán aplausos y en un apoteótico triunfo quitarán de un plumazo la única oportunidad de supervivencia de miles de familias y con ello lograrán que nuestra nación siga haciéndose cada vez más dependiente de los alimentos del exterior con sus consabidas consecuencias.
Realidad tan cruel y descarnada que a las veinticuatro horas después de que las televisoras vendieran como pan caliente la “noticia” y los legisladores se peinaron con espectaculares exclamaciones y declaraciones condenatorias las familias regresaron a sus penosos centros de trabajo y los farsantes de la noticia y de la legislación ni siquiera les dieron una participación para una comida decente.
No señores representantes de la autoridad del estado, los decretos no bastan para acabar con la miseria ni tampoco las exclamaciones de asombro y las declaraciones espectaculares. Es menester perseguir objetivos de nación específicos como es la productividad del campo y con ella la independencia alimentaria y por supuesto acabar con la miseria de estas familias que inclusive muchas veces pues cuentan hasta con tierras laborables.
Se requieren leyes que den en primer lugar certidumbre de propiedad de la tierra que hoy el ejido no ofrece, infraestructura de riego, asistencia técnica y selección de cultivos, etcétera pero sobre todo una verdadera y auténtica intención política de beneficio a los pequeños productores.
Arturo Pedro Salas Juárez,
Comarca Lagunera.