‘Patricia’ la impredecible
El 23 de octubre de 2015, pasará a la historia, como el día que el meteoro “Huracán Patricia” alertó al mundo entero, sobre a todo a México y, más a sus costas del estado de Jalisco.
Meteorólogos, de nuestro país y fuera de éste, así como los medios de comunicación internacional, conmovieron y asombraron al mundo con información e imágenes del huracán más grande y de una mayor intensidad destructora del que se tuviera memoria en las últimas décadas, con sus más de 350 kilómetros de velocidad.
El estado Mexicano, Ejercito y grupos de protección civil, sobre todo de los Gobiernos de Jalisco, Colima y Nayarit; que se presumió serían los mayormente impactados, pusieron en marcha todo tipo de sistemas de alarmas y de alberges, inclusive se cerraron comercios, se suspendieron clases y eventos deportivos.
La mayor parte de las poblaciones se atrincheraron en sus hogares rumiando sus miedos e invocación divina, sobre todo cuando ya se sentía en las calles el silbido de los vientos avisando temerariamente la cercanía del fenómeno.
Ese viernes por la tarde, el meteoro no se hizo esperar y con la misma furia, ahora disminuida, tocó las costas de Jalisco.
Para sorpresa, quizá, del mundo entero, la catástrofe esperada del impacto destructor de una categoría 5 llego sólo a su mínima expresión.
Afirman unos y comentan otros, que fueron las oraciones de muchos mexicanos y otros del mundo entero, que hasta el mismo Papa Francisco invitara a orar, para que “Patricia” se doblegara en sus devastadores efectos.
Quizá, me atrevo a pensar, que, con las plegarias, se creó toda una unicidad, una sintonía espiritual de cientos de miles de personas de México y otras partes del mundo, del mundo de la fe. Fe, para unos y energía para otros, para que se produjera una especie de Efecto mariposa: “el aleteo de una mariposa puede cambiar al mundo” muy parecido a un “campo magnético” donde la fe de muchos, sus oraciones, respiraciones, palpitaciones y su pánico, como aleteos de mariposas, con una esperanza divina, se fundieron en los vientos huracanados, se unificaron en un campo de fuerza capaz de influir sistémicamente en el debilitamiento del temido meteoro.
Cuestión de fe, para unos y ciencia para otros.
Fernando Mendoza Castañeda,
Zapopan, Jalisco.