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La calle de todos, la calle de nadie

Ya nada debe sorprendernos, se ha dicho mucho respecto a este tema y seguimos en lo mismo; con los mismos problemas. La calle es de todos cuando algunos ilegalmente cierran sus accesos con jardineras, rejas, muros o señalamientos; otros instalan tianguis de muy variados productos y servicios; y otros tantos instalan sus mesas, sillas y “brincolines” en pleno derecho de vía, en amenos agasajos familiares y en abono a nuestra fe, esta calle nos sirve para organizar reliquias, danzas y procesiones y algunas manifestaciones sociales. Es de todos para dejar residuos, escombros y material de construcción sobrante; para estacionar el coche como nos viene en gana o dejarlo como chatarra; para anunciarnos; para abandonar animales y mascotas muertas o indeseables y hasta para mentarnos la madre. De todos o de nadie, pero si hay quién, para ponerla en venta.

Una calle sucia, putrefacta y maloliente no tiene propiedad; una calle obscura y peligrosa tampoco tiene propiedad. Una calle que a través de una alcantarilla abierta se traga a inocentes y a despistados transeúntes, es una calle de nadie; por las calles de nadie, cualquier cosa puede suceder, incluso el pretexto de una millonaria inversión que dicen nos dará mejor luz y que extrañamente la máxima autoridad municipal defiende con encono quizá, para ocultar un oscuro interés. En la calle de nadie, no existen los señalamientos necesarios para ordenar la circulación ni voluntad para aplicar la ley; hay pozos y grandes baches que parece nada importar.

Contrario a lo que se supone, la calle de nadie no es una calle solitaria o abandonada; puede ser la calle más concurrida y transitada de nuestra Ciudad, puede ser la más conocida o la más popular, pero por ser de nadie o por ser de todos, es de la que se tiene menor consideración. Son calles huérfanas, de constante peligro e inseguridad que sirven para que agentes, supervisores y representantes de la ley -lejos de imponer el orden- impunemente ejerzan a placer la extorsión.

En la calle, nuestras fuerzas armadas han perdido su prestigio social y el alcalde de esta ciudad prefiere ya no “invertir”, jamás le interesó remediar los problemas ocasionados por la falta de un efectivo drenaje fluvial y al Periférico teme rescatarlo de la orfandad; él tiene aspiraciones más elevadas (además de la gubernatura), quiere legarnos un teleférico que beneficiará a los menos, tal vez si a sus mejores amigos o a los que políticamente lo han favorecido. Se dice que así tiene trabajando en las calles a su “marea roja” simulando un beneficio que para la ciudad no es tal.

Cuántas veces hemos escuchado frases como “Es un bueno para nada, es un vago porque no sale de la calle” o “De ella qué podemos esperar, si es una mujer de la calle”. En la calle sólo hay lo que dejamos. Para hablar bien de cualquier calle, de sus vecinos y de quienes transitan por ella, arrojemos o dejemos lo mejor de nosotros mismos.

Juan Antonio Aguilar Tello,

Torreón, Coahuila.

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