A veces los pequeños esfuerzos adquieren relevancia cuando se les dimensiona en el contexto en que ocurren, y entonces resulta que al valorarlos adquieren trascendencia y se vuelven ejemplares.
Es el caso de la familia de Ana y Ezequiel González, un matrimonio residente en el ejido Juan Eugenio, del municipio de Torreón, Coahuila, que apenas hace un lustro creó una empresa social a la cual denominó de una forma tan extensa que con ello pareciera, no sé si llamar la atención o de plano diluirse en las dificultades que implica retenerlo: "Por la conservación, el desarrollo y las familias de la Reserva Ecológica Municipal Sierra y Cañón de Jimulco".
Motivados por el Programa de Educación Ambiental que, primero Biodesert, y después Fundación Jimulco, impulsaron en las comunidades del área natural protegida, declarada como tal por el Cabildo Municipal en 2003, para proteger y conservar los ecosistemas y la biodiversidad que en ella alberga.
La responsable de dicho programa, Karla Novella, convenció e involucró a grupos de mujeres y hombres de las diferentes comunidades del área, de emprender un importante esfuerzo de manejo de los residuos sólidos que la población lugareña y visitante generaba, creando diversos problemas ambientales por la falta de control de los tiraderos de basura que se multiplicaban dentro de los espacios urbanos de las comunidades, generadores de metano o dióxido de carbono cuando se les prendía fuego, o como fuente de alimentación de la fauna doméstica y silvestre cuando se depositaban los residuos en el entorno de las viviendas, cambiando hábitos alimenticios de esta última.
Un manejo inadecuado de los residuos sólidos también constituye un problema de salud pública porque son asideros de gérmenes en los que se originan enfermedades, tanto para la fauna doméstica como para la población, aunado a la desagradable apariencia que presenta en las calles, en la carretera y otros espacios públicos.
En el caso de las comunidades rurales de México, y quizá en gran parte de los países del planeta, la generación de residuos sólidos domésticos y su depósito en espacios públicos es predominantemente de inorgánicos, puesto que una gran parte de los orgánicos se reciclan en las viviendas, por ello el problema central de su manejo en los espacios rurales se centra en los primeros, aunque también los segundos implican la posibilidad de degradados a nivel domiciliario y usarlos como parte de la dieta de su ganadería familiar o para abonar las plantas dentro de las casas.
El programa tuvo éxito porque logró la participación de una red de voluntarias y voluntarios en esta labor, y fue en Juan Eugenio, la comunidad más grande de la reserva ecológica, donde la familia González, apoyada por dichas asociaciones civiles, decidió constituir formalmente una empresa social que realizara actividades económicas relacionadas a la conservación de la naturaleza, de manera congruente con su residencia en una comunidad ubicada dentro de un área natural protegida.
Inicialmente, determinaron gestionar en la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), apoyo para efectuar la recolección adquiriendo una "traila" para remolcar las sacas de pet, cartón y periódico a través de las comunidades de la reserva ecológica, donde existían grupos de personas de la citada red que efectuaban la recolección en el interior de ellas, vendiéndoles estos residuos sólidos inorgánicos a la empresa de los González, quienes los acopiaban en el traspatio de su casa. Para completar la faena, con su esfuerzo personal y el apoyo de Fundación Jimulco, adquirieron un vehículo que les permitía hacer la transportación de los residuos.
Una vez acopiados éstos, los embarcaban en su camioneta y remolque para trasladarlos a la ciudad de Torreón y venderlos a las empresas que acopiaban cantidades mayores. Con estas actividades se inició un proceso de gestión comunitaria de residuos sólidos domésticos inorgánicos, mismo que continuó por el empeño que pusieron, gestionando otra vez ante la Semarnat apoyo para adquirir un máquina compactadora, de modo tal que redujeran el volumen trasladado a la ciudad a la vez de que le agregaran valor.
Pero el esfuerzo no concluye ahí, continuaron realizando gestiones ante esa oficina federal, donde uno de los delegados en el estado que ocuparon ese cargo al visitar la empresa en Juan Eugenio les felicitó por su esfuerzo y visión emprendedora, ya que aplicaban los recursos recibidos de manera honesta y eficaz; el apoyo continuó para construir un salón de usos múltiples donde se otorgue capacitación a los integrantes de esta empresa social familiar y otros grupos de ésta y más comunidades, y finalmente adquirieron un molino que les permita pulverizar los residuos.
Actualmente la empresa genera ocupación a los integrantes de la familia que continúan realizando las actividades domésticas y otras que les mejoren sus ingresos, incluso ocupando temporalmente otras personas cuando el trabajo aumenta. La empresa de los González es ejemplar porque ha contribuido a mejorar la gestión de residuos sólidos en las comunidades de un área natural protegida como Jimulco, donde por norma oficial no es permisible crear rellenos o tiraderos sanitarios.
Si bien la problemática de manejo de residuos sólidos no se ha resuelto totalmente en estas comunidades, complementa la labor del gobierno municipal que decidió enviar a la reserva ecológica camiones de recolección dos veces por semana, y constituye una aportación de esta familia que le convierte en el germen de una gestión integral que debe sincronizarse más con la que se efectúa en la zona urbana municipal, donde, finalmente y como en todas partes, el objetivo no recolectar mayores volúmenes de basura sino que la población reduzca considerablemente los que genera actualmente, y eso sólo se logra cuando se aumenten sus valores culturales, donde juega un papel importante la educación ambiental.