Grecia se prepara para el referéndum que se celebra hoy, tras una breve campaña que ha estado marcada por la polarización y bajo la presión del corralito.
Dos concentraciones multitudinarias de signos opuestos la cerraron ayer en el centro de Atenas, pero la sensación en ambas era que, a pesar de que la pregunta es si se acepta o no la propuesta de los acreedores, lo que está en juego es el futuro de Europa.
Mientras el primer ministro, Alexis Tsipras, pedía a los ciudadanos decir "no" a los "ultimátum" y al "miedo", el alcalde independiente Yorgos Kaminis hacía campaña por el "sí".
El referéndum ha dividido la sociedad griega, que se encuentra confusa ante una pregunta larga y compleja.
La campaña encabezada por el partido gubernamental Syriza ha dedicado sus esfuerzos a comunicar que la victoria de un "no" en el referéndum daría una posición de fuerza a Grecia en las negociaciones con los socios.
La del "sí", en cambio, se ha presentado como la única forma de garantizar que Grecia siga dentro del euro.