Guadalajara Guadalajaraaa
Escribo porque quiero que me quieran. -Gabriel García Márquez
En el pueblo vivía una niña que quería leer, un hombre que tocaba el acordeón y un joven judío que escribía cuentos hermosos para escapar del horror de la guerra. Al cabo del tiempo la niña se convirtió en una ladrona que robaba libros y regalaba palabras… (Fragmento de la exitosa novela de Markus Zusak, La ladrona de libros). Yo había decidido dejar de robar libros. [...] Vivía por entonces con una librera y se me hacía una traición. [...] Durante años lo había hecho con gusto y justificaciones apropiadas”, declara sin contrición Martin Caparrós. Cuando a Borges le preguntaron por los robos en la Biblioteca Nacional, él, un hombre moralmente intachable respondió: “No es grave, eso significa que quieren leerlos”. “Ningún libro se puede considerar seriamente leído mientras no lo robe nadie”; han reconocido algunos escritores.
A mí, tentaciones de apoderarme ilícitamente de algún libro que me provoca no me han faltado, pero pusilánime como soy, no me atrevo a exponerme a la humillación de que me descubran. Mi mayor osadía consiste (temblando de susto) en 'catafixiar' (Chabelo dixit) algún ejemplar de los libreros de mis amigos; los díscolos que se niegan a prestármelo. Lo hojeo y cuando nadie me mira, en un acto de prestidigitación lo desaparezco bajo el sobaco, me abrocho el saco y procuro despedirme antes de que se me olvide y al levantar el brazo encubridor, el ejemplar caiga al piso ante los ojos sorprendidos de mi anfitrión. Una vez leído me las arreglo para 'catafixiarlo' de nuevo a su lugar de origen sin la menor culpa.
El escritor Rafael Perez Gay está convencido de que nuestra vida podría contarse a través de los libros robados. Yo lo siento por los editores para quienes los libros son un negocio; pero tiene algo de magia robarlos cuando existe la imposibilidad de adquirirlos de otra manera, porque la realidad es que los libros son caros y los cientos de jóvenes que en sus uniformes escolares abarrotan los pasillos de la Feria Internacional del Libro (FIL), en su mayoría no pueden pagar por ellos. La cultura sigue siendo elitista.
Pues bien, entre los cientos de miles de libros que se expusieron en la pasada edición de la FIL Guadalajara, unos jóvenes robaron ochenta, tan bien escogidos como Vargas Llosa, Fuentes, Bukowsky, Conan Doyle. Yo no digo que esté bien, pero si alguien necesita infligir la ley para conseguir alimento para el cuerpo o para el alma; lo que hay que corregir es la ley.
Y bueno, de todo hubo como en botica. Entre el horror y la vergüenza de Ayotzinapa y tantas otras penurias que nos agobian, el éxito que tuvo la Feria Internacional del libro de Guadalajara es un poco de azúcar para tragar la amargura, el miedo, tanto desamparo. Es la certeza de que nuestra alma no se somete a la ignominia que nos imponen quienes nos desgobiernan. Es una Vía Láctea plagada de estrellas y curiosamente la más refulgente de todas, la que acaparó la atención y el respeto de la concurrencia no fue un escritor o escritora -que los hubo y muy destacados- sino el guerrillero tupamaro que después de padecer 15 años de prisión y torturas, a sus 79 años, es hoy el ejemplar presidente de Uruguay.
“Los únicos derrotados son los que dejan de luchar”, afirmó con la autoridad moral de quien predica con el ejemplo. Canoso, bigotón, desprolijo; singular presidente que sin sirvientes, choferes o guaruras a su servicio, comparte una modestísima vivienda con su esposa y un perro de tres patas, se transporta en un bochito modelo 87 y renuncia al 90 por ciento de su salario porque está convencido de que los mandatarios no tienen por qué vivir por encima de la mayoría de la gente que gobiernan.
“No hay premio ni tierra prometida al final del camino, el camino es el premio”, dijo José Mujica y es verdad. No es la llegada sino el camino tantas veces agotador y penoso pero lleno de amaneceres, aventuras y desafíos, lo que le da sentido a este brevísimo viaje que es la vida.
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