El entrenador del combinado mexicano, Miguel Herrera, da instrucciones a sus jugadores durante el partido México-Bolivia. (EFE)
Miguel Herrera regresa a la Copa América en busca de hacer un buen papel y de una revancha personal.
En 1993 formó parte del grupo que había formado el argentino César Luis Menotti y al que Miguel Mejía Barón le dio continuidad para el debut de la Selección Mexicana en el torneo continental.
Herrera, bravo entre los bravos y un auténtico "perro de presa" en la defensa, tenía apenas 25 años y tuvo la confianza del timonel para estar en el partido ante Colombia, el 16 de junio en el estadio 9 de Mayo en Machala, sede del famoso "Fantasma de Machala" ante Colombia, que ganó 2-1, en medio de un apagón.
El "Piojo" jugó tres cotejos, pero no fue considerado para disputar la final ante Argentina, lo cual no le hizo perder el ánimo.
Por eso los apodos, muy a la mexicana, salieron a relucir. A Javier Aguirre, recién retirado del futbol activo y convertido en auxiliar técnico de Mejía Barón lo bautizaron como el "Señor furia", porque era el encargado de encerrar en sus habitaciones a los jugadores y de despertarlos para irse a entrenar.
SE LLEVÓ LAS PALMAS
Pero el sobrenombre que se llevó las palmas fue el de Miguel Herrera, a quien le pusieron "Choclito", que era el nombre de la mascota de la Copa América de Ecuador.
Era una mazorca de maíz, con los cabellos largos y amarillos, muy similares a los del ahora técnico nacional.
Y así lo traían con el apodo, en los entrenamientos, a la hora de la comida en el Hotel Oro Verde, de Guayaquíl.
Ahora, 22 años después regresa en plan estelar, como técnico de la Selección Mexicana, con la cual sueña en grande y ser campeón.