Los habitantes de La Comarca Lagunera asumimos posturas regionalistas para diferenciarnos de otros lugares, particularmente de las capitales de las entidades federativas en las cuales se ubica nuestra región, pero ¿es posible limitar la conformación de una identidad regional a una simple reacción frente a las decisiones centralistas que toman los gobernadores de esos estados, sobre todo en la concentración y uso de los impuestos recaudados en los municipios que integran esta región?
Esta reacción se basa sobre todo por la percepción que tiene el ciudadano común cuando observa rezagos estructurales en el desarrollo urbano de las ciudades de la región, sobresaliendo la deficiente infraestructura y equipamientos que se traducen también en deficientes servicios públicos, baste sólo señalar los añejos sistemas de drenaje y las terracerías urbanas que presentan calles y avenidas por la falta de pavimentación, o aquellos asociados al esparcimiento (plazas o parques, áreas verdes), la cultura (teatros, bibliotecas, centros o escuelas de enseñanza artística), el deporte, la salud, por mencionar algunos, mientras en las capitales se crean en éstas las inversiones en obra pública son notorias.
Pero también en la percepción, quizás con mayor información que el ciudadano común, de los empresarios locales existe esa reacción cuando observan las acciones que los políticos que dirigen los gobiernos estatales realizan gestiones para atraer inversionistas hacia las capitales, aunado a que priorizan las inversiones públicas sobre infraestructura y equipamientos en ellas.
Ciertamente el regionalismo reactivo no es gratuito puesto que existe un claro antecedente de centralización del poder estatal, como también hay un temor entre las élites políticas y económicas de las capitales de ceder ese poder a sus pares de la región, y quizá sólo de La Laguna, puesto que las otras zonas no han alcanzado los niveles de crecimiento económico que ésta, de hecho, en cada entidad se presenta un desequilibrado desarrollo regional acentuado por esa centralización histórica de las políticas públicas.
Obviamente, quienes ocupan cargos públicos en el nivel municipal o en extensiones del gobierno estatal están impedidos de expresar, aun cuando la compartan, una postura regionalista porque les implica generar controversias con el poder centralizado de las capitales, les limitaría su capacidad de gestión de recursos o se reducen a administrarla conforme a la voluntad política de quien ejerce el poder central.
Pero un regionalismo reactivo no es suficiente para conformar una identidad regional, ya que ésta se basa tanto en factores históricos que le dieron origen, en un presente que se vive y en un futuro que se proyecta. El proceso histórico de conformación de una región que va desde la ocupación que la población realiza de un espacio geográfico, que tampoco es lineal sino frecuentemente controversial entre los propios actores que en él participan en cada época, sea por la disputa de los recursos naturales y productivos como ha sucedido en La Laguna con el agua, los suelos fértiles o los propios espacios sobre los cuales se han edificado las construcciones urbanas.
La disputa por la renta urbana y rural entre los actores locales marca diferencias económico-sociales, culturales o políticas, favorece a algunos y perjudica a otros, el caso del monopolio actual que ejercen élites económicas conformadas por grandes empresarios agroganaderos que han multiplicado su riqueza concentrando los suelos fértiles y el agua, tanto superficial como subterránea, matizando esas diferencias y dificultando la conformación de una identidad regional, o quizá no les interese asumirla como parte de su valoración cultural.
No se puede fincar la acumulación de riqueza provocando exclusión social como lo hicieron con los pequeños productores campesinos, expoliando recursos comunes como el agua al abusar en su uso con una visión cortoplacista y cancelando o restringiendo la disponibilidad de este recurso para las generaciones futuras, de hecho, lo siguen haciendo como se presume ocurrirá en los próximos años con los ejidos ribereños del Nazas y con el agua del acuífero Villa Juárez.
No sólo es la disputa de la renta urbana y rural local lo que define el comportamiento de los actores sociales que conforman la población regional, también son los nexos que establecieron con otros actores nacionales o extranjeros en las etapas precedentes, el papel que desempeñaron en ellas.
Compartir un proceso histórico es parte de la formación de valores que conforman la identidad regional de la población que ocupa ese espacio geográfico, aunque la historia no la escriben los excluidos o los perdedores, la interpretación de los hechos pretéritos es determinante, por ello en esa interpretación de la historia local no caben los terratenientes Jiménez, Flores o Zuloaga que concentraban la propiedad del suelo a mediados del Siglo XIX, porque a pesar de ser precursores del cultivo del algodón, la actividad productiva en la que se fincó el proceso de integración económico de esta región, su determinación de apoyar a los gobiernos conservadores y la intervención francesa los convirtió en traidores a la patria.