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Identidad regional (2)

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

En la colaboración anterior señalamos que en el proceso de construcción de identidad regional inciden factores como la reacción que ocurre entre actores locales ante políticas centralizadoras de los polos de poder, como ocurre con los laguneros frente a los gobiernos estatales de Coahuila y Durango, pero también mencionamos que no son suficientes. Habrá de considerarse otros elementos como los procesos históricos que esos actores locales comparten en el devenir de desarrollo regional, y los nexos que establecen con actores externos en las diversas etapas en que se delimita la historia local.

Esos procesos pretéritos son decisivos en la definición de pertenencia que adoptan los actores de un espacio geográfico, comparten un entorno que en ocasiones puede marcar una de esas etapas como las inundaciones que provocaba el Río Nazas y las bondades que implica la disponibilidad de agua y suelos fértiles que favorecen una vocación agrícola expresada en el período de siglo y medio que duró el cultivo del algodonero, fuente de ocupación laboral y generación de riqueza, sustento de una estructura económico-social. La presencia del Río Nazas y la especialización productiva fueron determinantes en una etapa de la historia local que inciden en la construcción de esa identidad regional que hoy asumimos los laguneros.

Pero no sólo los hechos históricos contribuyen en la conformación de regionalismos, también el presente y el futuro desempeñan un papel importante, particularmente en regiones cuya historia es relativamente reciente como sucede con La Laguna, que como región económica (rasgo clave en esa conformación) tiene apenas dos centurias de historia compartida.

Actualmente los laguneros estamos preocupados e interesados en resolver las disyuntivas que enfrentamos, tales como si creemos que la especialización productiva, no única pero sí preponderante, que ha adoptado el desarrollo regional de convertirse en cuenca lechera, la más importante del país, es la que nos convenga y sobre la cual debemos fincar nuestro futuro. De entrada no pensamos en terminar con las actividades agropecuarias orientadas, preponderantemente, a la producción de forrajes, leche y lácteos, sino que éstas deben acotarse a la disponibilidad de recursos naturales y productivos propios de una zona árida.

Es adecuado que una región adquiera una especialización productiva, pero también debe visualizarse una mayor diversificación hacia otras actividades, como se dice coloquialmente, no se debe poner todos los huevos (o la mayor parte de éstos considerando la disponibilidad de recursos naturales y productivos) del desarrollo regional en una sola canasta, o que la preponderancia de ésta marque ese desarrollo con tan altos costos como la enorme huella ecológica que provoca e, incluso, cancela otras opciones de desarrollo económico.

Esta definición es clave en la construcción de la identidad regional porque crea una expectativa nueva, más atractiva para la población local, sobre todo entre los jóvenes que ven que el actual modelo de desarrollo económico regional concentra beneficios elitistas que aunado a la fuerte presión que ejercen sobre nuestros recursos naturales y productivos, marcan la polaridad social y obligan a migrar a otros lugares que ofrecen opciones laborales.

Por eso cuando surgen expresiones regionalistas como ELLA, mas no movimientos porque las acciones que realizan no alcanzan a provocar movilizaciones que involucren a importantes segmentos de la población local, al carecer de una propuesta global e integradora del desarrollo regional sólo provocan entre los laguneros una respuesta pasiva como ocurre con las firmas obtenidas en apoyo al llamado estado de La Laguna.

Quizá los laguneros queremos ver, y no porque esto implique que otros lo hagan y el resto sólo los observemos, una propuesta de región que genere expectativas que amplíen el abanico de opciones laborales, profesionales, de vida, que identifique con claridad los grandes problemas que obstruyen el desarrollo regional y aporten las soluciones pertinentes a ellos, ya que, finalmente, cada uno de nosotros en nuestro diario quehacer contribuimos a ese desarrollo, pero también sabemos que la mayoría no determina la dirección que éste debe tomar en beneficio de esta mayoría y no de las minorías privilegiadas, económica y políticamente, como hoy sucede.

Como residentes de esta región sabemos que no es fácil incidir en la toma de decisiones que marcan la dirección del desarrollo regional que mejor nos convenga a la mayor parte de los laguneros, observamos que las prioridades establecidas no son las mismas entre las élites económicas y políticas que las de los ciudadanos comunes, matizando ese divorcio entre sociedad civil y sociedad política que tanto se menciona en estos momentos.

Si con conocimiento de causa, con las evidencias suficientes para refutar la argumentación contraria, sabemos de la fuerte presión que se realiza sobre nuestros recursos naturales como el agua, el deterioro de los ecosistemas naturales y la pérdida de biodiversidad, no podemos incidir en las decisiones que reviertan el deterioro ambiental que provocan algunas actividades económicas, decisiones o indecisiones públicas y privadas, donde ese conocimiento es escaso, los ciudadanos comunes terminamos aceptando las propuestas de las élites que las convierten en proyectos de inversión o programas oficiales.

Quizá el ciudadano común, aquel que camina, usa la bicicleta o el transporte público, quisiera que las ciudades tuvieran la infraestructura y los equipamientos que le permitan trasladarse de un lugar a otro, al trabajo, a la escuela, por áreas peatonales seguras, ciclovías o sistemas metropolitanos de transporte accesibles y de calidad, y no que el dinero se siga invirtiendo en obras que continúan privilegiando el uso del automóvil o los intereses de grupos que tienen copado el transporte público, los llamados pulpos camioneros, que obstruyen sistemas de transporte público que beneficiarían a personas de menores recursos.

Por todo lo anterior, entendemos que la construcción de una identidad regional se basa, en primer término, en esa historia compartida, pero también en un presente que para muchos sólo es eso, la etapa que se vive, y un futuro que amplíe las expectativas de trabajo y vida, de esa forma se construye la pertenencia, el sentido que ésta adopta con el lugar en que nació, fue adoptado o vive y vivirá.

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