Sí, nuestra ignorancia es mayúscula pero no por desconocer unas cuantas estadísticas como presumen algunos medios informativos a partir del "índice de ignorancia" publicado por la empresa Ipsos Mori Social Research Institute, sino por ser incapaces de hacer una lectura crítica de las notas publicadas, aceptándolas, sin reserva alguna, como verdad absoluta.
Somos ignorantes en tanto asentimos ante la afirmación de que "México es el país más ignorante del mundo" a partir de un ejercicio de encuestas que consideró a sólo 33 de las más de 190 naciones que actualmente hay en el planeta. Lo somos, porque nos conformamos con leer los titulares de los diarios sin buscar adentrarnos en la información, cuestionando su veracidad y sin meditar en las repercusiones que pudiera tener una sentencia tan lapidaria como esa. Lo somos, además, porque no acudimos a la fuente, pese a que en este como en otros casos, sea de fácil acceso.
Nuestra ignorancia es tal, además, que sin mediar análisis alguno nos ponemos a difundir de manera "viral" la nota en cuestión y nos rasgamos públicamente las vestiduras por la vergüenza que los demás (aquí, en este país, los ignorantes siempre son los otros) nos hacen pasar al no saber responder con precisión el porcentaje de personas con sobre peso, el número de migrantes o la proporción de personas no religiosas que habitan el país.
Sin duda, nuestro problema educativo es enorme, pero aún si la totalidad de los mexicanos lográramos memorizar cada uno de los datos cuestionados por la empresa Ipsos, nuestra ignorancia quedaría intacta, porque su naturaleza es distinta a la que nos quieren vender los medios y su amarillismo - o su urgencia de vender, que en el fondo son una y la misma cosa.
Ignoramos que aquello que da sabiduría no son en sí los conocimientos escolares, sino algo al mismo tiempo más básico y más difícil de adquirir: El sentido común. Esa cada vez más escasa cualidad nos habría ayudado a sospechar de la frase "del mundo" y a preguntarnos si es posible afirmar lo que se estaba sosteniendo en los diarios a partir de un estudio que consideró, además no de manera aleatoria, a únicamente 17% de las naciones del orbe.
Esa necesaria virtud condujo a quien nos hizo llegar la nota en cuestión a través de un mensaje privado dirigido a un muy reducido grupo, preguntando por la verisimilitud de la información, en vez de compartirla masivamente.
Lástima que otros muchos, demasiados, al difundir sin siquiera haber leído y analizado el estudio corroboraron lo que la cabeza de la nota anunciaba: Nuestra ignorancia que sí, tal vez sea la más grande del mundo.