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Causas y azares…

RAÚL HUMBERTO MUÑOZ ARAGÓN

Cada uno de nosotros, de estos 7,502 millones de habitantes en el mundo, somos una ocurrencia única en la historia del Universo; nunca antes y nunca después en los 13,798 millones de años que han sido desde ese fortuito y gran generador de todo que es el Big Bang a nuestros azarosos y siempre sorprendentes días; o los 3,800 millones de años que tiene la vida en la Tierra, desde que bacterias y arqueas formaron alfombras microbianas y estromatolitos que son el origen de la gran diversidad de seres vivos que hoy pueblan y ayer poblaron todo el globo terráqueo, cada rincón, altitud y longitud del mismo; ha existido y no existirá otro nosotros, somos únicos e irrepetibles, somos la singularidad nuestra de cada día.

Para ser, cada uno de nosotros, han debido de ocurrir miles de millones de eventos, a pequeña y gran escala, cada uno de ellos en un tiempo, momento y lugar preciso, la omisión, alteración u ocurrencia distinta habría derivado en otro diferente a nosotros mismos, con pensamientos, emociones, ideas, creencias, certezas y dudas únicas. Cada átomo de los 6,700 trillones que conforman nuestro cuerpo han recorrido un camino distinto, una historia particular, procedentes de los más disímbolos y distantes rincones de este enorme e incomprensible (en cuanto a su magnitud) Universo del cual formamos y somos parte, siempre con la intención de aglutinarse en este que hoy somos; resultado de un óvulo que se formó cuando nuestra madre era sólo un embrión, ahí en ese momento más que da inicio a nuestra vida, uno de los muchos nacimientos que tendremos a lo largo del espacio y el tiempo que hará la crónica de nuestro tránsito personal.

Cada molécula que conforma nuestro cuerpo vivió o vivirá en su momento, en su espacio, con el propósito de cumplir una misión exclusiva, ser nosotros; ser ese cúmulo de alma, espíritu, cuerpo, sentimientos, personalidad que hace y construye el que somos; los múltiples yo que harán nuestro viaje por la vida.

Cada idea, pensamientos, concepto, abstracción que han alimentado nuestra mente, fueron construidas por siglos de civilización y aun antes, de esa mítica y riquísima prehistoria de la cual sólo tenemos una vaga idea, pero que se encargó de construir la mayoría de lo que hace nuestra unicidad. Cada emoción es única en nosotros y para nosotros, creada y recreada conforme la esencia de lo que somos, necesaria para hacer de nosotros los individuos que somos.

Este azar que todo puebla se ha encargado de colocar cada pieza en su lugar para hacer de nosotros ese ser único que somos, y en esta dinámica de la vida, para participar en la construcción del Universo que vendrá. Ese maravilloso azar, poderoso e invencible, ha hecho ocurrir y concurrir incontables eventos, momentos, situaciones, ideas, pensamientos, coincidencias, circunstancias con el solo fin de hacernos en individualidad, para generar pensamientos nuevos, ideas distintas, personalidades que sean siempre la manifestación de un momento dado, que den muestra y ejemplo de la evolución del pensamiento y las ideas, que en un momento dado descubra y cuente de la maravilla de vivir, que siempre es nueva y diferente, de esta pertenencia a una época, a un estadio histórico que con conciencias diferentes ensaya la danza sinfónica del Universo, música que todo puebla.

Somos, y por este único hecho, hemos de merecer el transitar nuestro tiempo hacía el siguiente momento, al nivel que haga nuevos individuos, nuevos seres, nuevas vidas. En esto de ser hijos, hermanos, primos, amantes, esposos, padres, amigos, abuelos… siempre en continuo aprendizaje, pues esa es la maravilla de nuestra unidad, que somos un conjunto de átomos que un buen día se unieron para generar ideas, para ser el vehículo de alma y espíritu, para enseñar siempre, pues a pesar de la individualidad y unicidad que somos, también somos colectivo, otros, cultura, sociedad y pareciera que a pesar nuestro, también naturaleza, pues en nosotros es donde confluyen esos dos tópicos gigantescos, cultura y naturaleza, eso que es la realidad.

Unicidad; irrepetible, singular, particular; esa es nuestra cualidad, distintivo que nos hace necesarios, únicos e indispensables en el concurso de la historia colectiva a la que construimos y de la cual somos parte. Nadie es por ende dispensable, nos necesitamos para ser, cada uno tenemos un granito que contribuir a la esencia del Universo. En las múltiples causas y azares que nos han ido cercando, delimitando, construyendo, dando rumbo, sentido, razón, son la música que todo rodea y que se torna en el canto a nuestra existencia, en la melodía que entre silencios y sonidos, entre espacio, materia y vacío da sentido al ser y al hacer.

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