Pasamos buena parte de nuestra vida deseando crecer, soñando con convertirnos en hombres y mujeres tan sabios como nuestros padres, hay un momento en nuestro crecimiento en que la niñez se torna en una etapa que debe terminar para convertirnos en mujeres y hombres plenos, con la libertad de elegir, de tomar las grandes decisiones de la vida… todo esto para que al final del camino terminemos por convertirnos en niños, niños que con la sabiduría que dan los años por fin entienden que la vida es un ciclo en que hemos de caminar para entender que la ruta a nosotros siempre nos llevará a las raíces que nos han nutrido.
Sin duda, este retorno a las cosas simples de la vida que es la vejez, es el cimiento y la simiente de la mágica relación que existe entre abuelos y nietos. La cercanía entre ellos es porque tienen claro que nada es más importante que el vivir plenamente cada momento; tanto los tristes como los alegres, en estas etapas de la vida nada es más natural que reír "por cualquier bobada" -diríamos los adultos- o llorar por algo tan "insignificante" que los que estamos en la medianía de la edad ni siquiera podemos entender o comprender.
La maravilla de la vejez está relacionada con la plenitud de una vida, en ella se acumulan historias, encuentros, personas, momentos, aprendizajes, alegrías, tristezas, sabiduría… y hoy, en muchos casos, lamentablemente, de soledad; una soledad plena de ayeres que alimentan un presente, que hacen reír, soñar y añorar. Suma de "ayeres" y algunos "mañanas" unidos en este "hoy" de cada día, único, verdadero. Es el encuentro de múltiples ideas, pensamientos; incontables sueños, emociones y sensaciones; demasiados anhelos que hoy no anhelan lo mismo que cuando fueron; sentimientos que sienten diferente cada día. Múltiples mundos con arquetipos, protagonistas y antagonistas siempre nuevos. Historia compuesta de instantes muchas veces inadvertidos, pero que igualmente construyen, forman y definen eso que es la vejez, el sueño que alguna vez tuvimos en una niñez ya muy lejana; misma que genera sonrisas plenas de añoranza.
La vejez es todo eso que fuimos, que pudimos haber sido, de aquéllos que seremos junto con los que jamás podremos ser; aquéllos que dibujan ideas. Esencia que permuta constantemente gracias a la suma de cada uno de aquéllos que han transitado por este mundo, condenados a una búsqueda infinita, imposible de alcanzar, afanados en asir con un pensamiento finito el infinito, el soñar con tantos aquellos posibles, ver nuestros sueños. La insaciable necesidad de conocer, de saber, de entender y comprender cada todo, cada nada, cada sino que nos lleva a un viaje entre realidades y abstracciones que pueblan cada momento de nuestro andar por esta gran roca que flota en el espacio. Flujo continuo de impulsos eléctricos que crean en nuestro cerebro las ideas con las que hoy llenamos cada rincón de nuestro mundo.
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