Somos el resultado de aquello que han hecho de nosotros y de las decisiones y acciones que en consecuencia hemos tomado para hacer de nosotros de acuerdo a la voluntad propia. Es en esta dualidad continua, circular y permanente que destaca el quehacer de hombres y mujeres que empeñan cada día el afán propio para participar en la constante formación de individuos a través de una labor diaria en aulas, algunas mejor equipadas que otras y profesando un oficio que por momentos es menospreciado y/o devaluado por propios y extraños… Los profesores de hoy y de ayer han legado a nuestro país una sociedad heterogénea, rica en diversidad, fructífera en talentos, plena de creatividad y sumida en un letargo que la mantiene adormecida, tanto que ni el mayor de los movimientos la despierta.
En este afán nuestro por comprender y aprehender aquello que llena nuestro derredor es permanente, continuo y constante, en ello nos van las múltiples posibilidades y oportunidades que hemos generado por y para nosotros. Hemos transformado continuamente la realidad a imagen y semejanza de nuestras certezas, mismas que han sido sembradas en ésa que ha sido y es la construcción de nosotros mismos, de esta mismidad que nos distingue y nos personaliza, repetición constante de sueños e ilusiones. Y en esta enorme complejidad de ser, cada profesor que hemos tenido, "bueno o malo" (que aquí habría que reflexionar mucho para poder determinar si en realidad existen los profesores malos) ha sembrado en nuestro espíritu una inquietud que tarde o temprano florecerá arrojando a la existencia nuestra personal algunos destellos que nos sorprenderán invariablemente.
Ya en estas Imágenes he hecho mención a esas mujeres y hombres que han hecho de mí mucho de lo que soy, desde las maestras y maestro (don Tomás Rangel), siempre queridos y respetados en mi añorada escuela España, que siempre me arranca "una sonrisa idiota" (diría Joaquín Sabina) que me alegra el día… y de nuevo vienen todas ellas, de Rosa Elena a Chonita y demás, hasta llegar a la Eva Sámano y el recorrido hasta el centro en un autobús tomado a las seis de la mañana para encontrarse en la etapa de las hormonas y la rebeldía a ultranza, donde salirse de clase, correr por los pasillos o descubrir la música de la rondalla o la temible, siempre querida y sabia maestra Velia… genial el recordar la media hora de descanso que nos daba la oportunidad de salir al Centro de Torreón a comprar lonches de barbacoa, o a la salida ir al Mercado Juárez a tomar el autobús tras una agua celis, o esas expediciones que hacíamos en búsqueda de aventuras allende el Cerro de las Noas, todavía con el Cristo anterior al lado de la construcción del que ahora nos acompaña.
El andar por las aulas es siempre una maravilla que nos da la vida para encontrar a aquéllos que han de compartir el camino con nosotros, algunos de los grandes amigos, de los mejores ejemplos, de los líderes, soñadores y rebeldes que siempre alimentarán nuestras anécdotas los encontramos ahí… así que cuando arribé al Tecnológico de La Laguna, las oportunidades se multiplicaron, aun recuerdo el día que celebramos sus primeros veinticinco años, los cuales ahora mismo se han duplicado. Ahí, entre los estudios de bachiller e ingeniería sumé siete años de encuentro permanente con profesores y maestros de la vida, ahí en esos años compartidos y vividos con grandes amigos se afianzó y definió mucho de lo que hoy soy, un gato negro más y a mucha honra.
Ha sido tanto mi pasión por el aprendizaje, por ese legado que mis "profes" me dejaron, que siempre regreso a las aulas, siempre con la intención de aprender, de seguir construyéndome… hace ya más de dos décadas mis andares se han ligado a la Universidad Autónoma de La Laguna, institución en que se han centrado mis querencias, y donde inicié, una vez más estudios que en licenciatura y posgrado me han permitido permanecer en contacto con esos "hacedores de hombres y mujeres de bien" que son los a fin de cuentas los profesores que van dejando retazos de su espíritu en cada uno de sus alumnos… Aquí, en la UAL, he iniciado y desarrollado también mi labor como profesor, y al fin descubrí el secreto de todos y cada uno de mis profesores de toda la vida… en las aulas, en esa labor diaria de compartir ideas, de debate, de crítica, de flujo continuo de información, me di cuenta que quien más gana y aprende es el profesor, que no es, ni por mucho, el centro del aprender -conocer- enseñar, sino un aprendiz más, en cada alumno se encuentran conocimientos que siempre terminan por rebotar y nutrir a los profesores.
El regresar a las aulas, el cambiar de rol, el charlar, observar y aprender de los alumnos y compartir, es sin duda un buen camino para ser andado. Un derrotero que nutre y fortalece el espíritu… disfrutemos todos la magia de compartir lo sabido al menos una vez.
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