La sociedad es aquello que hemos decidido que sea, y esto lo hemos olvidado, dejando que ella cargue con nuestros errores culturales como si de un ente independiente a nosotros se tratara. Olvidaos que está hecha a imagen y semejanza de ideas, sueños y temores acumulados en una cadena que se prolonga a lo más recóndito de la historia de los seres humanos; es la realidad que hemos inventado a través de una serie de acuerdos que conforman, confirman y dan sentido a la intersubjetividad que compartimos; siempre con base en nuestros anhelos y luchas personales y colectivas por trascender.
Es en esta sociedad en que nos creamos y recreamos, una y otra vez, en un constante cambio, sustentado en las bases que se hacen en nuestros primeros años, y a las cuales recurrimos una y otra vez, sin duda, mucho de lo que seremos está enraizado en los cimientos construidos en los albores de nuestra existencia personal; producto de las primeras querencias, de los primeros afectos, de las emociones y sensaciones consolidadas en aquellos ayeres que quizá no podemos recordar con certeza, pero que vivimos en nuestra cotidianidad siempre.
Ocurre que en mi oficina, ahí en la Universidad Autónoma de La Laguna, en el espacio que me ha dado para mi desarrollo profesional por ya más de un cuarto de siglo; tengo algunas de mis querencias, amén de las fotos de mi familia que siempre llevo conmigo, tengo la réplica de una nasa, una parte de mi colección de billetes mexicanos antiguos, uno o a veces más cubos de rubik, libros, siempre libros, un hombre de vitruvio, unos "monitos" cabezones que representan al Che, a Cepillín, al Chapulín Colorado y a John Lennon, algunos cómics. También está un Mario Bros y el escudo de Link; y algunas películas de mi videoteca personal: El séptimo sello, La última tentación, El ángel exterminador, La insoportable levedad del ser, Mulholland Dr. y Media noche en París, sólo por mencionar algunas de las cosas que me rodean en mi oficina y que definen en mucho quien soy, de dónde vienen mis ideales, cuáles son mis pensamientos y cómo se construyen mis querencias.
Soy como todos en este mundo el resultado de lo vivido, de aquello que nos hace y de la intensidad con la que se ha transitado el camino por estos lares de la realidad. Así se puede plantear sin posibilidad a fallar en la afirmación que amo mi familia, mi Laguna, mis orígenes; amo mis sueños de niño, pues todos mis afectos tienen una liga irremediable a esos años mozos; ahí está enraizada mi pasión por el cine y los libros; por los cómics o las figuras de acción; mi querencia por la numismática y la notafilia se remontan a los domingos en que mi padre nos daba un billete de peso para gastar.
Mi infancia fue plena, llena de aventuras, de tierra, de ilusiones, compartida con mis cuatro hermanos, Soco, Oralia, Ricardo y Víctor; de las complicidades vividas entre nosotros cinco; de la mirada protectora de papá, del amor de mamá; de la sabiduría de ambos y de la lucha de ellos por hacer de nosotros una historia digna de ser contada; tarea que nos toca a nosotros concluir y continuar en un viaje de relevos en que las estafetas se pasan de unos a otros.
Y al ver esa plenitud de mi infancia, esos sueños por llegar a la China a través de un pozo que Yaya y yo hacíamos todos los días en el patio de la casa; al recordar esto y muchas cosas más es cuando la realidad me cuestiona con interrogantes que abruman, que duelen, que nos presentan en la cara los errores cometidos como sociedad y que no hemos sabido solucionar, que a veces pareciera que nos negamos a ver; pensar en que hoy en día, en la nación "más avanzada y poderosa" del planeta, hay 79 niños menores de catorce años que han sido condenados a cadena perpetua por la magnitud de los crímenes que cometieron; 79 niños que no tienen ninguna posibilidad en este momento de ser excarcelados por el resto de su vida. Que hay 2500 menores de edad purgando la misma sentencia en las cárceles de la gran nación vecina; ese paladín de la justicia que se considera el garante de la paz en el mundo y que si no hubiera cambiado sus leyes en el 2005, cincuenta niños hubieran sido asesinados en pro de la justicia, pues ésta les había impuesto la pena capital.
¿Cómo existir? ¿A dónde vamos? ¿Cuál es el destino a nuestros errores si no hemos podidos darles la oportunidad de una infancia plena a esos y muchos otros niños más en el mundo?... La sociedad no es un ente abstracto ajeno a nosotros; es nuestro reflejo, nuestra creación, nuestra hechura. La infancia es el pilar fundamental de lo que somos. Debemos dejar que los niños se llenen de tierra las rodillas y las bolsas del pantalón de sueños e ilusiones que hagan que en su escritorio algún día tengan sus querencias y éstas los acompañes en su hacer diario.
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