Ocurre que, como muchos mitos que se tornan en realidad, esto, quizá producto de algún "bienintencionado" que quiso interpretar para el entendimiento de todos alguna idea compleja, "traduciéndola" mal y con ello dejando en la ignorancia a quienes pretendía iluminar. Lo anterior viene al caso por la idea común que circula en la que se dice que la Teoría de la Relatividad plantea que la velocidad de la luz en el vacío no puede ser superada por ningún objeto con masa, ya que para lograrlo, habría necesidad de contar con energía infinita y blah, blah, blah… dicho que con sólo entrar a una sala de cine y ver alguna de las secuelas de Star Wars o Star Trek, sólo por mencionar un par de ejemplos de una larga lista de filmes, queda claro que no es cierta esta afirmación… al menos en la capacidad creativa del ser humano.
Ojo… lo que sí dice la Teoría de la Relatividad es que no se puede cruzar la barrera de la luz, ni por arriba ni por abajo, es decir, nada puede ir más veloz que la luz, pero tampoco nada puede ir más lento que la luz… he aquí que la única velocidad existente en el espacio-tiempo es la velocidad de la luz, que a fin de cuentas, luz es el campo de la radiación conocido como espectro electromagnético, el cual (recordando nuestras clases de física de la secundaria) se extiende desde la radiación de menor longitud de onda (los rayos gamma, los mismos que dieron vida a Hulk o los rayos X, los cuales alimentan el voyerismo de Superman), pasando por la luz ultravioleta, la luz visible y los rayos infrarrojos, hasta las ondas electromagnéticas de mayor longitud de onda, como son las ondas de radio y este espectro electromagnético que es infinito y continuo, es el reflejo que nos permite encontrarnos con la realidad.
Dicho lo anterior y establecido que todo en el espacio-tiempo se mueve, nos movemos, a la velocidad de la luz, haciendo que sólo nos quede una alternativa para ir más rápido, y ésta es una conclusión simple y sencilla, hay que crear un espacio-tiempo alterno al nuestro para, ahora sí, poder ir a velocidades superlumínicas, viajar con el espacio y no en el espacio… idea genial que ya se contó antes en la citada Star Trek, que ha inspirado al físico mexicano Miguel Alcubierre allá por 1994, dando como resultado la Métrica de Alcubierre, que describe una matemática que hace posible sin alterar las leyes de la física hoy aceptadas viajar a velocidades superiores a la de la luz, algo así como las famosas naves de ciencia ficción de Star Trek atraviesan el universo propulsadas por motores que distorsionaban el espacio-tiempo.
Así, el empuje warp de la mítica serie de televisión pasó de la ficción a la realidad, ésa que construimos y reconstruimos al ritmo de la ciencia y sin duda de las artes, como en algún tiempo atrás ocurrió con el ADN que el genio de Dalí dibujó aún antes de que la ciencia los soñara… que a fin de cuentas el arte es el sueño de la inteligencia, y los sueños son el alimento de los "haceres" del hombre. Son muchos los casos en que el arte se ha encargado de señalar el camino que ha de seguir la ciencia, vaya Julio Verne como prueba de lo dicho.
En este juego de imágenes que iniciamos con la luz y su velocidad, va encaminado a hablar de cómo hemos podido dominarla y poder escribir con ella algunos de los pasajes más brillantes, triviales, importantes, brutales, excelsos en los últimos cien años, unos pocos más si somos precisos. A través de jugar con la luz y sus características, hemos podido construir piezas que nos hablan de maravillas: La Balada de Narayama, filme de Shohei Imamura (1983); algunas otras que nos han inquietado al recordarnos la fragilidad de un tiempo dado como The Day After de Nicholas Meyer (1983), o que nos han hecho reír y reflexionar como la genial Los dioses deben estar locos de Jamie Uys (1980).
Historias escritas con luz, que al atraparlas nos han permitido ver el pensamiento y las ideas que nos inquietan, nos divierten y nos conmueven, algunas nos sacuden y nos llevan a reflexionar en ellas, como La última tentación de Cristo de Martin Scorsese (1988), Yo te saludo, María de Jean-Luc Godard (1984), Blue velvet de David Lynch (1986), filmes incómodos que lo llevarán a comprender las inquietudes que la sociedad tenía en su haber en los años ochenta.
Una historia sencilla de David Lynch (1999) sería una de las maravillas escritas con luz, y ahora, al epílogo de este texto, habrá que mencionar que hace ya un buen tiempo que hemos superado la velocidad de la luz, tanto que se nos ha permitido viajar más allá de los confines del Universo, hemos podido ver que se encuentra tras una mirada o un suspiro. Vale la pena darse el tiempo para ver los pensamientos que teníamos en los ochenta a través de las películas citadas y terminar un delicioso trago con "Una historia sencilla".
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