La inteligencia no está de moda… de hecho, está en su antípoda, al menos eso parece al ver el derredor que nos envuelve, donde una y otra vez nos llegan pruebas de lo dicho; incluso, aquéllos que han de cultivarla se hacen merecedores de más de un calificativo, mismo que los llevan de ñoños a sabiondos, esto a pesar de que en cine, televisión e internet pareciera que se aproxima una avalancha de esos nerds que como Sheldon Cooper nos son presentados semana a semana; aunque, para ser precisos, siguen estando en un mundo aparte y su fama es producto de lo bizarro que pueden parecer al gran público.
Nada está hoy tan lejano del diario vivir que el reconocer en el otro su inteligencia, pareciera que su uso y ejercicio pleno se ha perdido hace ya mucho tiempo, tanto que no tengo claro si alguna vez se ejerció a plenitud en algún momento de la historia del paso de los humanos en la construcción de la cotidianidad que hoy nos define.
Esta cultura nuestra fue construida a base de libros (que en sus raíces más profundas tiene dos libros teológicos que la han nutrido y nutren constantemente; por un lado, el binomio compuesto por la Ilíada y la Odisea atribuidos a un mítico Homero; y por otro lado, el Pentateuco, base de los textos judíos y cristianos escritos a dictado y capricho del mismo Dios), los cuales se encuentran en su ocaso, uno en el que han dejado de tener importancia para los muchos; pareciera que su caducidad hace tiempo que llegó a su límite y hoy son harto rancios (rancios pero sin abolengo), pues han dejado de tener significado no sólo para la nuevas generaciones, sino para una sociedad que no tiene tiempo de fijarse en ellas, que ha entrado en un mundo caótico en que la velocidad es lo más importante, que tener todo o al menos lo más posible hace que seamos acumuladores permanentes de objetos, estímulos, experiencias, contactos y bytes en una búsqueda que se torna vana por sentirnos a nosotros mismos.
Hoy, los códigos de comunicación entre los jóvenes y adultos son diferentes, cada grupo generacional tiene sus inquietudes particulares y procesos de interacción que a veces no son compatibles entre sí. En este presente, el libro es un artículo obsoleto, vetusto, que no entra en la concepción de una cultura que tiende a minimizar el esfuerzo y maximizar el placer, donde el ego esta cada día más hinchado y nos afanamos en inflarlo aún más. Los nuevos gigantes de este tiempo, con pies de barro, navegan ahora entre cantos de sirenas que bloquean el tránsito de la disertación, confrontación y creación de ideas.
Nos afanamos tanto en ser políticamente correctos que dejamos que el otro, el que fuera, viva con sus ideas, aunque éstas sean erróneas, incompletas, absurdas o basadas en supuestos erróneos. Hoy no es conveniente contradecir al otro, corregirlo o tan siquiera atenderlo. Somos un triste reflejo de las clases de Charlie Brown, aquéllas en que, ante el dicho de una anónima profesora, sólo se escucha una serie se sonidos sin sentido, pues los códigos de comunicación cambian tan rápido que nos incomunican. Hoy lo lamentable es que ni siquiera nos damos cuenta de ello, no tenemos tiempo, siempre es más importante tener un mundo a medida de caprichos particulares donde otros sean los que piensen por nosotros, nos digan qué y cómo hacer o simplemente nos ignoren y nos dejen estar en Babia.
El pensamiento crítico no tiene cabida, las verdades son a modo, las críticas son sólo cuando "yo" no me beneficio de aquello que critico. Si el sistema, por corrupto que sea, no cumple los caprichos, sueños, necesidades reales o imaginarias, hay que cuestionarlo, atacarlo, pero si por el contrario algo "escurre a mi milpita", entonces hay que quedarse callado y extender la mano.
La inteligencia estorba, pensar crea individuos altamente críticos, inconformes, cuestionadores, revolucionarios, que tienen una enorme manía por preguntar y a veces por buscar respuestas. Es más cómodo ver las grandes historias contadas por Disney que encerrarse en las ideas que puede despertar un libro y correr el riesgo de pensar por nosotros mismos, es tan grande el campo del pensamiento que enfrentarlo solos causa pavor.
La historia hoy es construida y escrita por mercenarios de la comunicación, que han vendido su integridad por algunos minutos y mucho dinero a los dueños de la otrora omnipresente caja idiotizante, que no idiota, porque los idiotas están en otro lado… y lamentablemente, por regla general, frente a ella que ha hecho de la mentira su arquetipo, modelo que es seguido a pies juntillas por esta sociedad enferma, terriblemente enferma de tanta modorra producto de siglos de tranza, engaño y corrupción.
Pensar duele, duele mucho en verdad, pero es mejor el dolor de pensar, que la somnolencia que produce su ausencia.
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