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LA BÚSQUEDA DEL REGRESO A CASA

RAÚL HUMBERTO MUÑOZ ARAGÓN

Siempre he creído que el castigo por haber comido del árbol de conocimiento allende el Paraíso es el conocimiento mismo; esa avidez que desde ese mismo instante nos invadió y que nos ha llevado desde entonces a vivir una odisea compleja, sinuosa, tortuosa y apasionante por alcanzarlo en algún momento. La búsqueda de la verdad final que nos ayude por fin a atrapar esta realidad omnipresente que nos envuelve, que nos conforma y construye.

El anhelo por conocer es siempre progresivo, altamente contagioso e inevitablemente incompleto; cada nuevo conocimiento adquirido se convierte inmediatamente en múltiples interrogantes, cuestionamientos que surgen y se crean a través de cada peldaño que subimos en aras del saber, tornándose en un laberinto complejo, atractivo y envolvente que hace de los dibujos de Escher un mero juego infantil ante los caminos, las rutas, los atajos que en el laberinto del conocer existen.

El árbol del conocimiento original, aquel que en el umbral del tiempo fue producto de tentación, se ha multiplicado hasta el infinito, haciendo imposible que un solo hombre lo transite, pues en cada rama, en cada hoja, en cada fruto, hay a su vez incontables elementos que engolosinan esta manía nuestra por saber, por aprender y aprehender aquello que nos dibuja bocetos inacabados de la realidad, de las muchas realidades presentes, pero igualmente las pasadas y el sueño por las posibles futuras, haciendo de esto un entramado que ha de consumir generaciones enteras en el empeño de una búsqueda que siempre aportara en cada rincón una sorpresa, siempre a la espera de ojos nuevos, de una mente que diverja de las que le anteceden para hacer de ello una nueva rama.

La necesidad por encontrar a esa Eva y ese Adán que iniciaron el viaje de la humanidad es sólo una más de las infinitas ramas que nacen, crecen y se multiplican entre los saberes posibles. El entender y encontrar a ese ancestro que alguna vez, allá en un tiempo ido ya, contempló su derredor de una forma distinta, encontrando en él la semilla originaria de esta realidad nuestra de todos los días.

En esta búsqueda, hoy se ha dado a conocer un nuevo escalón en la construcción del humano, el Homo naledi ("hombre estrella"), una especie de homínido extinto que forma parte del género homo y que vivió en lo que hoy es Sudáfrica hace unos dos o dos millones y medio, esto de acuerdo con algunas apreciaciones aún no confirmadas del todo, pero que, con base a los estudios hasta hoy realizados, lo ubican en los inicios del género homo, convirtiéndolo en una transición entre los Australopitecus y el Homo.

El yacimiento en que se encontraron los restos del Homo naledi fue realizado por los espeleólogos aficionados Rick Hunter y Steven Tucker el 13 de septiembre de 2013 en una cámara llamada Dinaledi ("cámara de las estrellas"), la cual es accesible sólo por un conducto estrecho situado a casi 100 metros de la entrada de la cueva Rising Star, cerca de Johannesburgo en Sudáfrica.

El Homo naledi fue descrito por primera vez este 2015 a través de la difusión realizada por la National Geographic por Lee Berger, paleontólogo estadounidense que ha realizado sus estudios en contra corriente a la ortodoxia, insistiendo en la importancia de la hoy Sudáfrica como cuna de la humanidad. Hasta el momento, el yacimiento ha proporcionado unos 1,550 restos, entre fragmentos y huesos completos, de prácticamente todos los huesos del esqueleto, siendo la mayor concentración de restos de una misma especie de homínido en toda África convirtiendo este descubrimiento en el más importante en al menos los últimos cincuenta años.

La morfología del cráneo del Homo naledi se aproxima a la de los primeros Homo (Homo erectus, Homo habilis y Homo rudolfensis), aunque el volumen endocraneal, de 500 cm3, es similar al de los Australopithecus. Su estatura media era de 1.50 m. y su peso de alrededor de 45 kg.

Aun no se ha podido determinar el lugar exacto que tiene el Homo naledi entre la familia de homínidos que dieron como resultado al Homo sapiens; algunas investigaciones apuntan a que pudiera colocarse en una época tan temprana en la historia que despasaría al Australopithecus afarensis como precursor de nuestro linaje.

El camino aún es incierto, faltan muchas pruebas por realizar, lo cierto que como lo ya dicho, todo nuevo conocimiento nos lleva invariablemente a una multiplicación exponencial de las interrogantes sobre el conocimiento mismo y la familia de los humanos continúa multiplicándose en ramas que dan fe de la gran diversidad que nos antecede.

…y, si el conocimiento es el castigo que se originó por querer conocer, esto es sin duda el mejor precio a pagar por ello, pues nada nos nutre más como alcanzar siempre un nuevo peldaño en la escala de saberes.

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