La principal causa de muerte es la vida… de hecho, es la causa imprescindible para que ésta tan temida visita de la parca sea, sin la segunda es imposible la primera, es su destino, el sino de la vida misma, he aquí que se magnifica y potencializa el gran drama del hombre, que al estar consciente de lo afirmado acude y recurre a diversos paliativos para tratar de menguar la angustia que la muerte le infiere, que ese final sea siempre el misterio mayor, único destino cierto, y tan insondable que nos abruma de tal forma que hace nacer en nosotros la búsqueda por una trascendencia que de una o de otra manera nos garantice el seguir siendo tras el tránsito de tal umbral-destino que nos aguarda al final de este caminar nuestro de todos y cada uno de los días.
Sí, es el destino ineludible al cual tarde o temprano hemos de llegar, y en ese final habremos de encontrarnos en nuestra mismidad con la balanza de haceres, de acciones y omisiones, de sueños construidos y perdidos; de abrazos, tiempos compartidos, caminos andados… y en ese estadio previo es menester que la vida nos encuentre plenos de ella, saciados en bastedad de cada rincón recorrido, de cada rayo de sol que se ha posado en nuestro cuerpo hasta producirnos calofríos que nos recorren el cuerpo en un viaje cálido.
Este Siglo XXI pareciera ahora que está dedicado al miedo, un miedo eterno de vivir nuestra propia vida, pero también el miedo a que otros vivan la vida que ellos han imaginado. El miedo va inundando cada rincón de nuestra cotidianidad, va nublando divertimento por precauciones, alejando anhelos y sueños por aquello que podría ir mal. Vivimos en una etapa de inmediatez, de celeridad, en la que todo ha de ser presto, rápido, con el menor de los esfuerzos, donde la mala improvisación es la reina del hacer, donde el tiempo es tan lento ante todo lo que hay por vivir que no le damos a aquello que ha de ser el tiempo que requiere para ello.
Tenemos miedo al fracaso, a las derrotas que puedan dejar huellas indelebles en nuestra psique, tan propensa (según algunos psicólogos) a coleccionar traumas, generar taras o más reciente hoy, a derivar en trastornos que atrofian nuestro comportamiento, nuestras relaciones, nuestros afectos, tornándonos en seres a veces hasta asociales… Es tal el miedo a que algo salga mal o que no salga en el menor tiempo, que dejamos de actuar, esto a pesar de que tengamos claro que aquello debería hacerse para así alcanzar mejores estadios.
Pareciera que estamos cansados de vivir, de compartir experiencias y tiempo con los otros, unos "otros" que se van diluyendo en los afanes que las redes sociales de la internet nos han traído a nuestro diario hacer. Vivir es causa de muerte, sí, pero también es nuestra única certeza y la única realidad que podemos palpar, nuestra propia existencia, así seamos sólo un conjunto de átomos que un día decidieron convivir por una fracción de tiempo, o seamos el sueño de otro en una dimensión más allá de nuestra propia concepción de la realidad, o la creación de un ser omnisciente que ha creado todo aquello que nos rodea para darnos la oportunidad de ser buenos y felices.
Sea cual sea la causa de esto que llamamos vida y más allá de si todo lo que en nuestro derredor es detonante del cáncer que nos ha de llevar a ese destino final, hemos de cultivar el don de vivir a plenitud, con errores y tropiezos, con carnes asadas (manque nos lleven a la tumba), con lentitud a pesar de que el mundo corra. Con tecnología, sí, pero también con las querencias de siempre. Con corridas de toros para aquéllos que ése sea su afán, con elefantes, perros y chimpancés en los circos para quienes aún creemos que la vida es mágica. Sin miedo y dejando a un lado ese afán que nos impulsa una y otra vez a imponer a otros nuestras creencias y nuestra forma de ver el mundo.
Habrá de desterrar el miedo a la vida, que ésta es tan corta que apenas tenemos tiempo para disfrutarla, para hacer de ella un evento digno de ser contado, dejar que los otros sean, escuchar a las voces antes de callarlas, disfrutar el fracaso que ha de ser generador del éxito y la experiencia de mañana, conocer que tras un error bien analizado y pensado hay la construcción de un saber nuevo, darle espacio a las voces, a los libros y con ello a los sueños que como sociedad y humanidad hemos cultivado.
Sí, la principal causa de la muerte es la vida, pero sin lugar a dudas valdría la penar vivir tan plenamente que cuando la muerte nos alcance nos encuentre más vivos que nunca, plenos de éxito, de sueños, de tropiezos y de alegrías, que el mejor camino para una vida es una sin miedos y dónde la felicidad sea el mejor afán y el destino perfecto, que a fin de cuentas la maravilla de la vida (sea lo que ésta sea) es lo mejor que nos podía haber pasado.
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