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La apatía no sólo es política

SALVADOR SÁNCHEZ PÉREZ

El domingo 7 de junio México tendrá una jornada electoral monumental. 2,159 cargos se definirán ese día. Se renovará la totalidad de las 500 curules de la Cámara de Diputados, 9 gubernaturas, 641 diputaciones locales en 17 entidades, 993 presidencias municipales en 16 estados y las 16 jefaturas delegacionales en el Distrito Federal.

Todo un acontecimiento. Cualquiera imaginaría en estos casos gran efervescencia política. Discusiones en todas partes y casi por cualquier motivo. Los medios, los tradicionales y las redes sociales, saturados de propaganda y discusiones en todos los espacios de la vida cotidiana acerca del futuro de la sociedad.

Pero no, estamos sumidos en la apatía. Definición casi de diccionario, falta de emoción, motivación o entusiasmo. Sólo indiferencia.

Como bien se sabe, las elecciones intermedias siempre son mucho menos atractivas que las elecciones presidenciales. Y en el caso específico de estas elecciones, llegamos a ellas luego de intensas movilizaciones en el segundo semestre del año pasado. Sin embargo, las protestas nunca lograron crear una agenda específica. La indignación nunca llegó a ser propuesta, la agenda siempre fue difusa y la apuesta gubernamental por el olvido luego de las vacaciones decembrinas funcionó.

En este gran desinterés sólo hay una excepción, la clase política. Ellos sí que están entusiasmados. En estas elecciones se trazará la nueva correlación de fuerzas y los partidos sabrán con qué fuerza llegarán a 2018.

Los partidos políticos han secuestrado la democracia, han construido un sistema donde las decisiones, tomas de postura, recursos, sólo competen a ellos. Han instalado la partidocracia.

Hablando de presupuestos, este 2015 el Instituto Nacional Electoral, INE, ha anunciado que se destinarán 5,356 millones 771,247 pesos para los partidos políticos.

La información dada a conocer anuncia que se dedicarán 3,909.5 millones de pesos sólo a actividades ordinarias, lo que eso signifique. 117.2 millones de pesos para actividades específicas, ponen de ejemplo lo dedicado a educación cívica e investigación. En tanto que 156.3 millones de pesos para franquicias postales y 693,000 pesos para franquicias telegráficas. Danza de millones.

Se trata de cantidades inimaginables. Supongamos una casa de un millón de pesos, ahora juntemos 5,356 de ellas. En un fraccionamiento ¿de qué tamaño? ¿Dónde caben todas esas casas? Pues eso nos cuesta, no la democracia, sino únicamente el dinero que México destina en un año, 2015, a los partidos políticos.

Alcanzamos a entender la dimensión de las disputas, y eso es únicamente el inicio, porque lo que se juega es todavía aún mayor.

Estamos en problemas. Se nos ha hecho creer que la democracia es exclusivamente el momento de las elecciones y que la política es un asunto que sólo compete a los políticos profesionales.

Por si esto no fuera suficiente, hay problemas que son más que mera ideología. Las ciudades del siglo XXI rebasan con mucho la acción de cualquier ciudadano en particular, y finalmente, las personas particulares hemos perdido en sentido pertenecer a una comunidad, por lo tanto no nos sentimos responsables de lo que pase al grupo con el cual vivimos.

Pero lentamente van surgiendo alternativas y se van construyendo opciones. Así tenemos la política deliberativa, la democracia radical, los mecanismos de control social, participación ciudadana, los observatorios y consejos ciudadanos y más.

La magia no existe, las soluciones automáticas tampoco. Lo único que sí existe es la decisión y ponerse en marcha. Casos reales y prácticos en la región existen, y no pocos, aunque éstos tampoco sean lo ideales que los imaginamos.

Simplemente para ilustrar el tema que nos ocupa, hablemos de los mecanismos de control social. Parece complicado, pero no lo es tanto. Cada persona forma parte de una asociación, con el motivo que se quiera. Esa asociación se une a otras asociaciones, hacen una red y juntos ejercen, ahora sí, mecanismos de control social. Los ciudadanos se meten en las instituciones, se arman de datos, son capaces de ubicar dónde está la corrupción, dónde hay ineficiencia en la utilización de los recursos públicos. Utilizan las calles para comunicar sus mensajes a la opinión pública, proponen alternativas y siguen presionando a las instancias administrativas para que esas soluciones se implementen. A esa red de asociaciones que surgen es lo que llamamos sociedad civil.

Eso sí que es democracia. La democracia es procedimental, no electoral. Las elecciones son la expresión del momento central de democracia representativa, la nuestra, la única que conocemos. Las elecciones son sólo una parte de la democracia.

Pero así fuimos educados. Por eso somos providencialistas, creemos que nuestra suerte depende de fuerzas cósmicas. Somos asistencialistas, es suficiente con dar algo a los pobres, para sentirnos mejor. Somos fatalistas, es la mala suerte la que nos tiene así y otras por el estilo.

Hemos de trabajar por recuperar el propio valor como personas, así como el sentido de pertenencia a una colectividad y por lo tanto el sentido de obligación que con ella tenemos. Nuestra apatía no es sólo política, pero por ahí empieza, es la que se nos nota.

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