Cuando mis amigos y yo éramos chavos, el amor tocaba a nuestra puerta en cada fiesta, cada contacto visual, cada palabra cruzada con algún ente del género femenino. La bronca era que, generalmente, la destinataria de toda esa ternura ni se enteraba, no le gustaban tus granos en la jeta ni tu voz cambiante o andaba con un anciano tres o cuatro años mayor que tú que, para acabarla de fregar, sabía manejar y tenía o le prestaban un coche.
Esa tremenda desventaja hacía que el binomio odio-amor estuviera omnipresente en todas las pláticas y en cuanta reunión que juntara a dos o más de nosotros.
Por esa época, el grupo de los Bee Gees sonaba en la radio con una rola que se titulaba, "How can you mend a broken hart", que el locutor traducía con engolada voz como "cómo curas a un corazón destrozado". ¡Bueno!, era nomás escucharla y a terapia intensiva por el corte colectivo de venas.
El tiempo, que todo lo sana, maduró lo que tenía que madurar y se nos pasaron, por lo menos a la mayoría, esos ataques sentimentaloides de histeria, plagados de llanto y deseos de venganza hacia ese ser amado que podría cambiar al siguiente minuto, pero hasta la fecha siento acá en mi pecho, el remordimiento.
Saco del baúl este recuerdo luego de escuchar, sin dar crédito a mis oídos, la conferencia de prensa del señor Pedro Caixinha, director técnico del Santos, luego de caer derrotados ante el América el sábado pasado en el estadio Azteca.
Echándole toda la culpa al plantel, afirmó que sus jugadores fueron presa de pánico escénico y que eso se sentía desde la banca. Caray, pues qué grueso, porque el cuadro de la Comarca ha perdido la mitad de los cotejos que ha disputado en el presente torneo, por lo que el temor a aparecer en público no ha de ser privativo del "coloso de Santa Úrsula".
Pero el colmo del ridículo fue cuando se dijo cansado. Cansado de dar tanto y recibir tan poco. No soy fan del caballero a quien considero un arribista, pero jamás pensé que fuera tan patético.
Al señor le pagan un dineral por dirigir a una franquicia que ha sabido convertirse en grande. Representa toda una región del país donde el esfuerzo es la divisa y el sacrificio religión. Dirige a un grupo de profesionales honestos a quienes se les puede fincar responsabilidad por los malos resultados, pero nunca exhibirlos en público rehuyendo, además, su propia culpa.
Además, Caixinha no ha demostrado ser un entrenador exitoso en nuestro balompié. Dicen que es trabajador, ¡pues nomás faltaba que fuera baquetón!, que tiene una metodología novedosa, ¡pues urge que la implemente en la cancha!, Santos no merece el lugar en que está ni sus futbolistas un trato de menosprecio público de parte de quien debería conducirse como un líder.
Ojalá su directiva lo apapache y pueda curar ese… Corazón destrozado.
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