El sábado pasado, cuando el encuentro entre el Santos y el Puebla estaba a punto de terminar, un sujeto procedente de la tribuna se abalanzó sobre el árbitro del cotejo, Fernando Guerrero, con la evidente intención de agredirlo, en una situación que debe considerarse como grave y preocupante.
Afortunadamente un integrante del cuerpo de seguridad del estadio, atento a su chamba y no a mirar el partido, se percató de ello y en un santiamén logró impedir que el desquiciado personaje lograra su objetivo. Si no hubiera sido por este verdadero ángel guardián de los de negro, probablemente hoy estaríamos lamentando una tragedia, ya que el juez estaba de espaldas al agresor, totalmente inerme y desprotegido.
Sería injusto culpar, por la acción de un descerebrado, a toda una afición pero es evidente que el público lagunero está enojado con los señores árbitros y en esto juega un papel fundamental el accionar del entrenador del equipo, el señor Pedro Caixinha.
El adiestrador portugués no pierde oportunidad de zumbarle a los de negro y al igual que otros irresponsables integrantes de la mal llamada "familia futbolística" en todo el país, no entienden que se va fabricando un peligroso caldo de cultivo que, el día que estalle, puede generar situaciones de este tipo en cualquier estadio y en todas las divisiones.
En el juego citado ni siquiera se habían presentado jugadas polémicas o que alguien que le fuera al Santos pudiera considerar como perjudiciales para sus colores. Entonces queda claro que el antropoide este ya traía en la parte del cuerpo donde normalmente iría el cerebro la idea de agredir al árbitro en cuanto tuviera oportunidad y así lo intentó.
Todavía el tipejo, cuando era sometido por la seguridad y la policía, le asestó un puntapié en "donde nace la vida", diría mi brother Enrique Bermúdez, a un gendarme que ni la debía ni la temía. Ojalá no lo dejaran salir con el pago de una módica multa y cumplido su sueño de tener cinco minutos de fama.
Lo sucedido en el nuevo y hermoso estadio de Santos tendría que traer aparejada una sanción de veto para el club. Lo digo con toda objetividad pese a mi cariño por esos colores y esa ciudad, sin embargo, viene la liguilla y a los señores miembros de la Comisión Disciplinaria les va a temblar la mano para castigar como es debido. Todo quedará a lo mucho en una multa y un aviso de veto.
Agarrar al arbitraje como pretexto de las derrotas y la mala planeación es una enfermedad endémica en nuestro futbol. Incidentes como el que vimos en Torreón se multiplican en las divisiones inferiores y del futbol amateur, el "llano" como coloquialmente se le conoce, ya mejor ni le platico.
La pregunta sería: ¿Y el código de ética, apá?.
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