Terminó la participación de México en la Copa América tras caer con Ecuador en el juego definitivo del grupo, donde había empatado con Bolivia y el anfitrión Chile, en algo que ya se veía venir pero no en la forma lastimosa que se dio.
México tiene, desde 1993, una tarjeta de invitado permanente a la justa sudamericana de selecciones nacionales. Eso debe considerarse como un honor y un extraordinario escaparate para mostrar adelantos y jugadores de exportación.
La bronca es que se juega siempre en el mismo año de la Copa Oro, que es el evento emblemático de la confederación a la que pertenece nuestro país y es ahí donde la puerca tuerce el rabo.
La Concacaf obliga a llevar la mejor versión del tricolor a su torneo y se tiene que hacer un cuadro paralelo, alternativo, similar, "B" o como se les antoje llamarlo en los medios de comunicación pero que, por pura lógica, carece de competitividad ante equipos que van con carro completo en el evento a jugarse en el cono sur.
México no es un productor de futbolistas y de eso, son culpables los dirigentes. En una liga donde se privilegia la contratación de extranjeros y naturalizados, es muy difícil el surgimiento de figuras. Entonces, ¿cómo diablos se van a poder armar dos selecciones que puedan representar al balompié azteca con toda dignidad? Es una misión imposible.
Si la realidad es que se tiene, por obligación, que atender la Copa Oro, para el campeonato sudamericano quedan sólo dos sopas: Agradecer cumplidamente la invitación y mandarlos al carajo o armar un cuadro Sub-23, con otro director técnico, advirtiendo a todo mundo que por lo que se va es fogueo y a otra cosa, mariposa.
La selección de Estados Unidos optó por la primera solución. Decidieron mandar a freír espárragos a los "sudacas" y se concentraron en una gira europea donde nomás le fueron a ganar al campeón mundial, Alemania, en su propia casa.
Lo triste del caso es que selecciones que quedaron fuera en Chile, con nóminas muy por debajo de la mexicana, lo hicieron con toda dignidad y hablo de Venezuela y Jamaica.
Los nativos del "Arauca vibrador" le ganaron a Colombia y llevaron a Brasil hasta el agotamiento para poder doblarlos. Los caribeños cayeron en sus tres partidos por la mínima diferencia y obligaron a la poderosa Argentina a terminar pidiendo la hora para vencerlos.
En cambio el equipo comandado por Miguel Herrera salió por la puerta de servicio, sin garra, espíritu ni contundencia, evidenciando grandes carencias que lo exhibieron como el peor futbol jugado en esta edición de la Copa América. Así de fácil y así de triste.
Viene la Copa Oro y serán otros jugadores pero la presión estará al máximo porque no hay margen de error. Es ganarla sí o sí y espero que eso lo entiendan el "piojo" y sus pupilos. México no está para otro fracaso.
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