La VII Cumbre de las Américas que se celebra esta semana en Panamá tiene por lema "Prosperidad con Equidad. El Desafío de Cooperación de las Américas". Su agenda se compone de ocho asuntos prioritarios algunos de mucha actualidad como: ecología, terrorismo, desigualdad y desarrollo equilibrado.
Al lado de la asistencia de los 35 jefes de estado y de gobierno es importante señalar que, por ser la primera vez que esto sucede desde 1994, la presencia de los presidentes de Estados Unidos y de Cuba ha generado expectación por poder darse, no sólo un intercambio de saludos entre Barack Obama y Raúl Castro, sino por la posibilidad de que en el evento se anuncie la reanudación de relaciones diplomáticas entre esos dos países.
Es muy escasa la probabilidad de lo anterior. Por una parte se requeriría la aprobación por el Congreso norteamericano de sacar a Cuba de la lista de países que propician terrorismo, y una segunda aprobación senatorial para la creación de embajadas. Cuba, a su vez, guarda reclamaciones a los Estados Unidos en cuanto a daños ocasionados por el bloqueo que ha sufrido por más de 50 años.
Muchos dicen que la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos es asunto de alta prioridad para el Continente. Los demás asistentes a la reunión son espectadores y nada tienen que decidir al respecto. Cualquier novedad positiva en la materia en mucho fortalecería la importancia política de este Foro que engloba a los 800 millones de habitantes conjunto que crecerá este año en un 2.5 por ciento.
Más importantes pueden ser las señales que el presidente de Venezuela mande a sus colegas respecto a su trato hacia Obama. Continuar con los improperios y acusaciones de Maduro significará seguir deteriorando el difícil equilibrio en la familia latinoamericana. El conflicto interno en Venezuela que destroza las reglas de la democracia impide que el socialismo bolivariano logre justicia social. Contrario a tal obsesivo empeño la urgencia en todo el continente Latinoamericano es la de encontrar fórmulas con sus respectivas prácticas para preparar a sus poblaciones a enfrentarse a los grandes retos actuales y futuros.
El camino no es fácil. Justamente la Cumbre de las Américas, al lado de las muchas otras reuniones internacionales en las que casi todos los países se dan cita, tiene ese propósito. La proliferación de las alianzas, reuniones, foros, consejos, convenios y asociaciones regionales de todo tipo confirman que ningún país puede, por si solo, darle a sus ciudadanos los niveles de educación, seguridad y bienestar.
Hoy día el apoyo directo que dan aquellos países que tienen medios económicos, técnicos o culturales a otros menos avanzados es frecuente. El que otorgan los países europeos, los Estados Unidos y Rusia es cuantioso. A él se suma el que China proporciona a numerosos países en África, Asia y también a nuestra América Latina.
La ayuda no es desinteresada. A nadie escapa que el gran dragón asiático muestra su avidez de materias primas para soportar su producción industrial y su impresionante poder financiero respaldando en América Latina vastas obras de infraestructura como canales interoceánicos, ferrocarriles y carreteras. El asunto no termina en eso. Tal y como lo hemos venido experimentando desde hace tantos años en nuestros países con la inevitable influencia norteamericana en nosotros, el correspondiente fenómeno chino se extenderá también.
La riqueza de la cultura china es extensa. Ya hay miles de mexicanos y latinoamericanos que dedican tiempo a aprender mandarín, no tanto por razones culturales, sino por la oportunidad de acceder a futuras operaciones comerciales.
Entre muchos temas, la reunión en Panamá se presta que los jefes de Gobierno ahí reunidos, intercambien ideas sobre qué hacer con la presencia china en nuestros países donde su generoso apoyo, como tercer inversionista en América Latina, promete 25,000 millones de dólares en los próximos diez años para colaborar en nuestras infraestructuras que, evidentemente concuerdan con sus estrategias a largo plazo.
En cuanto a la cuestión más fascinante, dilucidar qué receta de crecimiento es mejor, si el norteamericano o el chino, hay que citar a Mao Tze Tung: el mejor gato es el que caza más ratones.
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