La duquesa de Alba
Fiel a vestidos de cintura marcada, medias de rejilla, mantillas, colores luminosos, adornos en el cabello y pulsera en los tobillos, Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, duquesa de Alba, rompió moldes con un particular estilo que, en ocasiones, recordaba a su antecesora inmortalizada por el pintor y grabador español Francisco de Goya.
Si el deseo de Cayetana de Alba, fallecida el pasado mes de noviembre a los 88 años en Sevilla (sur de España), era perpetuar el estilo que marcó María del Pilar Teresa Cayetana de Silva Álvarez de Toledo, XIII duquesa de Alba, lo que consiguió gracias a su naturalidad, su osadía y su alma juvenil e inconformista.
Si en sus últimos años, apostó con elegancia por prendas sencillas, algunas de mercadillo de aire "hippy" y otras más exclusivas de los sevillanos Victorio&Lucchino, hubo un tiempo en el que Cayetana de Alba fue una habitual de la lista de las mejores vestidas de España, embajadora de la costura de Pedro Rodríguez, Balenciaga, Pertegaz, Elio Berhanyer o Dior.
Pero con el tiempo, su gusto fue variando. Se enamoró de los volantes, los encajes, los colores vivos, las mantillas y las medias de rejilla. También se sentía muy cómoda con los inmaculados vestidos blancos de la moda ad-lib y los caftanes.
Reconocida por la revista Vanity Fair como una de las personas mejor vestidas del mundo en 2010, la duquesa hizo gala de su peculiar estilo con llamativos estampados, hermosas flores, chales y foulares, además de vistosas bailarinas y prendedores en su cabello rizado.
"Tardo muy poco en elegir la ropa, se bastante bien lo que quiero en cuanto entro en una tienda", apuntaba la duquesa de Alba en sus memorias "Lo que la vida me ha enseñado", publicado por la casa editorial Espasa Hoy.
ESTILO INTENSO
Su gusto por los contrastes le llevó a combinar colores rotundos y prendas de manera extraordinaria. "Es algo innato en mí, escojo lo que me gusta y rechazo lo aburrido", señalaba.
Detestaba ir vestida de un solo color y aborrecía el beige y el amarillo. "Jamás me he vestido de amarillo, soy tan supersticiosa con este tono como los actores", decía.
La duquesa no solía preparar su ropa la noche anterior. Decidía en función de su estado de ánimo. "El estilo transmite mucho de nosotros mismos. Me pongo lo que me gusta, no me visto para ser un icono de ninguna moda ", decía.
Según cuenta en su biografía, aprendió que lo que le hacía sentirse bien, era estar cómoda con el vestido y con los accesorios.
"Si estás seguro de lo que te pones, transmites un estado radiante y una sonrisa relajada", afirmaba la duquesa.
Siguiendo la estela de la reina Isabel que puso de moda la costumbre de lucir mantilla, la duquesa la exhibió en bodas, corridas de toros y en la feria de Sevilla. La de color negra, la reservaba para las procesiones de Semana Santa.
COLECCIONISTA DE JOYAS
En cuanto a la joyas, decía que "iban mucho más allá de su valor, en ellas van inscritos recuerdos y sentimientos íntimos y personales".
A lo largo de su vida, usó las joyas de la Casa de Alba, sobre todo en ocasiones muy especiales. "Una joya expresa un sentir. Pocas sensaciones transmiten tanta belleza, pero me gustan la bisutería y las joyas discretas", decía.
Los pendientes eran su complemento favorito -"soy incapaz de salir a la calle sin pendientes, me siento desnuda", afirmaba- y también era frecuente verla con pulseras en los tobillos: "dan un aire bohemio; me encantan".
Fueron muchos los vestidos de alta costura, pret-á-porter y mercadillo que Cayetana de Alba lució, pero su favorito fue un modelo rojo con las mangas y cuello rematados con visón. "Me lo puse para la boda de la reina Fabiola de Bélgica, me vi realmente bien con él", aseguraba.
LA NOVIA
Importante también fueron sus vestidos de boda. En su primer enlace con Luis Martínez de Irujo, lució un vestido de raso natural blanco con encaje de Bruselas antiguo, velo de tul y la impresionante diadema de brillantes y perlas con la que se habían casado todas las duquesas de Alba.
Para su segunda boda con Jesús Aguirre y Ortiz de Zárate, la descendiente del rey Jacobo II de Inglaterra, que ya había cumplido los 50 años, se vistió con un traje beis del modisto italiano André Lang y exhibió una gargantilla de perlas de varias vueltas.
Los diseñadores Victorio&Luchino fueron los encargados de confeccionar el vestido nupcial de la duquesa de Alba para contraer matrimonio con Alfonso Díez, su tercer marido. Un modelo de gasa rosa con encaje, mangas abullonadas y adornadas con flores de organza.
"Vestirse de novia es una experiencia maravillosa que toda mujer debería disfrutar, me gustan mucho los vestidos de mis bodas, especialmente el primero por lo que significaba, así como el de mi puesta de largo", confesó.
Con casi medio centenar de títulos nobiliarios, veinte de ellos con Grandeza de España, la XVIII duquesa de Alba se atrevió con casi todos los estilismos.
Personalidad, carisma y también muchísima seguridad, solo ella se atrevió a lucir biquini en público cumplidos los ochenta años. Genio y figura.
GUSTO POR EL ARTE
Cayetana de Alba, que de niña fue retratada por Ignacio Zuloaga y esculpida por Mariano Benlluire, alimentó la tradición artística de su familia y la amplió a lo más diverso de la cultura popular, desde los toros al flamenco pasando por el cine y los Beatles, hasta llegar a ser una "duquesa pop".
Fue continuadora de una tradición de mecenazgo artístico iniciado hace más de 700 años por la Casa de Alba, que ha fraguado en una de las colecciones de arte privadas más importantes del mundo, con obras de Zurbarán, Fray Angélico, Goya, Murillo, El Greco, Veronés, Van Dyck, Velázquez y Ribera.
La colección, iniciada por el Gran Duque de Alba, sufrió los avatares de la historia, como la guerra de la Independencia, que provocó importantes pérdidas para la casa, o la Guerra Civil española.
Entre las joyas de la colección están obras maestras de la pintura como "La duquesa de Alba de blanco", de Francisco de Goya; "Retrato del Gran Duque", de Tiziano; "La Crucifixión", de El Greco; "Paisaje con fortín", de José de Ribera; o "Le bouquet devant la fenêtre", de Chagall.
La Fundación Casa de Alba, constituida en 1976, gestiona también el impresionante patrimonio histórico de la familia, en el que destaca la colección de cartas autógrafas de Cristóbal Colón, la más extensa que se conoce, el escudo de armas concedido a Francisco Pizarro, o una primera edición de El Quijote, entre otras piezas de incalculable valor.