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La Fed y el Banxico

SALVADOR KALIFA

La Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos (EU) tiene como mandato "promover los objetivos de empleo máximo y precios estables". Esto significa que existen dos objetivos pero sólo cuenta con un instrumento, la política monetaria, para alcanzarlos. Por consiguiente, orienta sus medidas de política en función del objetivo que necesita más atención.

Desde el inicio de la Gran Recesión la tarea de la Fed se centró en evitar un descalabro mayúsculo en la producción y en el empleo. La inflación no era entonces, ni es hoy, una preocupación central. Ello hizo que redujera su tasa de interés de referencia en varias ocasiones hasta colocarla en el nivel actual de casi cero por ciento, así como que aplicara el relajamiento monetario cuantitativo.

La inflación en EU continúa por debajo de la meta de 2 por ciento de la Fed, pero la economía está mostrando cada vez más fortaleza, en particular, la tasa de desempleo se acerca a lo que el banco central estadounidense considera el nivel de pleno empleo.

En esas condiciones, los miembros de la Fed llevan varios meses insinuando que está próxima la fecha en que iniciarán un paulatino proceso de alzas en su tasa de interés de referencia, con la idea de llegar a lo que consideran el nivel normal de largo plazo, esto es, alrededor de 3.5 a 4 por ciento, hacia fines del 2017 o principios del 2018.

Este proceso de alza pudiera comenzar aun cuando la tasa de inflación se encuentra por debajo de su meta y pudiera seguir así por un buen tiempo por la apreciación del dólar y el desplome de los precios petroleros.

No obstante, lo que buscan las autoridades monetarias de EU es evitar que más adelante, dado el vigor creciente de la economía, aparezcan presiones inflacionarias indeseables. Ellos saben que el efecto de un movimiento de la tasa de interés, en cualquier sentido, si bien impacta las variables financieras de inmediato, tarda de 12 a 18 meses en afectar al sector real de la economía. No quieren, por tanto, tener que corregir lo que desde ahora pueden evitar.

En México la situación es distinta. Sin embargo, el Banco de México (Banxico) cree que puede manejar la política monetaria de manera similar a la de su contraparte estadounidense, esperando a que la eleven allá para aumentarla aquí. Sólo así se explica que mantenga su tasa de interés de referencia en un nivel que no es compatible con su mandato, y peor aún, con la volatilidad financiera actual y la que se avecina.

El mandato constitucional de Banxico es muy claro: "Su objetivo prioritario será procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional". Esto quiere decir que a diferencia de la Fed, Banxico sólo tiene un objetivo. Su desempeño en función de su capacidad de alcanzar la meta de inflación del 3 por ciento que se fijó desde 2003 ha sido bastante deficiente.

Ya pasó más de una década desde que se estableció esa meta, y aun así cada año Banxico argumenta que no se ha podido alcanzar por eventos "pasajeros" o "temporales". En ocasiones por el alza de los precios de las frutas y verduras, en otras el aumento de los precios públicos, luego los mayores impuestos, después la depreciación del peso, pero lo cierto es que pasa el tiempo y la inflación sigue por encima de la meta oficial.

La Gran Recesión y la política monetaria laxa de la Fed sirvieron para que Banxico, todavía sin alcanzar su meta de inflación, también optara por aplicar una política monetaria laxa para contribuir a aliviar la atonía económica interna.

Los resultados económicos hasta la fecha no muestran que dicha política haya sido relevante para el sector productivo del país. El crecimiento de nuestra economía ha sido muy pobre y ha respondido más a la dinámica de la economía estadounidense, que a las políticas públicas de nuestras autoridades.

Debemos reconocer que las tasas bajas cumplieron, no obstante, otros propósitos. Por un lado, redujeron los gastos financieros del gobierno, que decidió dedicar una mayor cantidad de recursos al gasto corriente.

Por otro lado, evitaron que la expansión monetaria estadounidense se tradujera en todavía una mayor entrada de capital externo a nuestro país, lo que hubiera apreciado más al peso y complicado en mayor medida nuestra situación una vez que se apretara la política monetaria de la Fed.

Esos beneficios, sin embargo, son ya cosa del pasado. Pronto subirán los gastos financieros del Gobierno y la preocupación ahora no es la apreciación sino la depreciación del peso. Hay, por tanto, presiones inflacionarias a las que Banxico necesita anticiparse, en vez de esperar a ver si se presentan.

No obstante, más importante que la reacción de Banxico ante el desplome de los ingresos petroleros, es lo que necesita hacer la política fiscal, tema que abordaré la próxima semana.

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