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La importancia de la autoestima

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PADRES E HIJOS

Definida como la consideración, aprecio o valoración de uno mismo, de acuerdo con el significado que aporta el Diccionario de la Real Academia, la autoestima también puede ser, de manera más amplia, un sentimiento valorativo de nuestro conjunto de rasgos corporales mentales y espirituales que forman la personalidad. Dicho sentimiento, de acuerdo con especialistas en conducta, puede cambiar con el tiempo: a partir de los cinco o seis años de edad, un niño comienza a formar el concepto sobre cómo es visto por el resto de la gente.

Por ello, los padres de familia debemos reconocer la importancia que tiene la autoestima en el desarrollo de la confianza y fe en la vida.

Este fue un tema que se abordó en una de las sesiones de Escuela para Padres y en la que se nos instruyó sobre la necesidad de adquirir habilidades para favorecer la autoestima en nuestros hijos.

Así, por ejemplo, se nos enseñó por parte de Miguel Duarte, expositor del DIF Estatal, que existen algunas actitudes de una persona que tiene una alta autoestima, así como otras que corresponden a los individuos cuya autoestima es baja.

Ilustrando el tema, se dijo que una persona con alta autoestima se gusta a sí misma y le complace estar con los demás, mientras que, en el otro extremo, alguien que tiene una autoestima baja se disgusta a sí misma y se siente incómoda con los demás, es decir, que no disfruta el hecho de socializar y compartir con amigos, familiares, y menos con los desconocidos.

Por otra parte, las personas de alta autoestima tienen confianza y seguridad en sí mismas y en los demás, en tanto que el polo opuesto, o sea, alguien con baja autoestima desconfía hasta de sí misma y, con mayor razón, de los demás.

Otro aspecto interesante es que los individuos con una autoestima alta conocen, respetan y expresan sus sentimientos y permiten que los demás hagan lo mismo. En contraste, las personas que tienen una autoestima baja desconocen sus propios sentimientos, además de que los reprimen o deforman y no aceptan la expresión de los sentimientos de quienes les rodean.

Asimismo, las personas cuya autoestima es alta reconocen sus propios errores y aprenden de ellos, en tanto que quienes tienen una autoestima baja niegan los errores que llegan a cometer, voluntaria o involuntariamente, o incluso, se culpan sin aprender de sus propias equivocaciones.

De la misma manera, quienes tienen una autoestima alta poseen la capacidad para realizar una autoevaluación, al tiempo que no juzgan a los demás. Entretanto, los individuos cuya autoestima es baja carecen de la cualidad para autoevaluarse, además de que necesitan la aprobación de otros en muchos aspectos de su desarrollo y su desenvolvimiento.

También, los padres aprendimos que una persona que posee una autoestima alta dirige su vida hacia donde cree conveniente, y para lograr cualquier meta desarrolla habilidades que le permiten avanzar hasta conquistar el objetivo propuesto. En cambio, la otra cara de la moneda la representan aquellos individuos de baja autoestima que dejan que su vida vaya hacia donde los demás quieren, lo que deriva en lapsos de frustración de enojo y en ocasiones hasta de agresividad ante la impotencia de no tener la suficiente fuerza de voluntad, coraje y determinación para tomar por sí mismos las riendas de su existencia.

Luego de conocer los rasgos que caracterizan a las personas con alta y baja autoestima, se nos preguntó a los progenitores qué tipo de actitudes queríamos que adquirieran los hijos. Por supuesto que la respuesta fue unánime: aquellas conductas que les ayuden a tener y, ante todo, conservar una alta autoestima, por lo que se nos exhortó a cultivar e incentivar en los vástagos aquellas acciones que fomenten el desarrollo de una personalidad positiva en ese aspecto.

Además, el expositor Miguel Duarte nos enumeró algunas de las actitudes que favorecen una autoestima positiva en los hijos, entre las que destacó como la principal "centrarse en los puntos fuertes", es decir, resaltar las cualidades más sobresalientes que caracterizan a nuestros pequeños.

Otro aspecto es el relativo a "no reforzar lo negativo", que se puede traducir como no señalar los errores que puedan cometer los hijos o alguna debilidad en su carácter o personalidad, además de "asumir una actitud respetuosa" cuando nos dirijamos a nuestros vástagos, pues de cualquier manera se merecen consideraciones como cualquier otra persona.

"Escuchar con interés" es otro punto importante en el que debe hacer un énfasis especial, sobre todo en el hogar, pues muchos padres tienden a realizar otra actividad cuando los hijos buscan iniciar una charla con nosotros o nos plantean alguna inquietud, con lo que menguamos sensiblemente su autoestima al no respetar sus tiempos en ese sentido.

"Corregir sin maltratar" se convierte en ocasiones en una asignatura difícil de cumplir para muchos progenitores, ya que suelen regañar a los hijos cuando estos incurren en alguna equivocación, por mínima que esta sea, por lo que la recomendación es conservar la calma y hacer alguna observación para que los pequeños no cometan el mismo error.

"Estas estrategias son medios que permiten promover en el niño un genuino aprecio por su valor y calidad personal, cualesquiera que sean sus circunstancias personales o sus características físicas o mentales", terminó señalando el ponente de Escuelas para Padres.

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