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La inevitable

Jaque mate

SERGIO SARMIENTO
"Nuestro culto a la muerte es culto a la vida, del mismo modo que el amor que es hambre de vida es anhelo de muerte."— Octavio Paz

La vida es un largo preludio para la muerte. Cuando somos jóvenes nos resistimos, vivimos con la idea, como escribía Borges, de que "las pruebas de la muerte son estadísticas, y nadie hay que no corra el albur de ser el primer inmortal". Con el tiempo nos acostumbramos a tener cerca la muerte por la creciente frecuencia con que visita nuestro vecindario o a nuestra familia. Al final nos toma desprevenidos aunque no haya nada más previsible que ella. "La muerte, la esperada, siempre es inesperada" escribía Octavio Paz.

Desde tiempo inmemorial los seres humanos hemos hecho esfuerzos enormes para entender y prepararnos para la muerte. Las primeras ceremonias humanas fueron funerales. Los faraones egipcios dedicaban la mayor parte de su vida a prepararse para la muerte y construían enormes pirámides que se convertirían en ataúdes en que serían enterrados con sus posesiones, sus familiares e incluso sus sirvientes. Todas las culturas conocidas desarrollaron religiones que buscaban explicar la muerte y ofrecer el alivio de una vida ulterior.

Nuestra tradición viene de dos vertientes distintas que se han mezclado en cinco siglos. La forma en que los indígenas mesoamericanos y los españoles imaginaban la vida después de la muerte y en que rendían culto a los muertos confluyen y se confunden en el México de hoy.

Los mexicas dedicaban casi un mes al festejo de los muertos que presidía Mictecacíhuatl, la Dama de la Muerte. Conservaban los cráneos de los enemigos que mataban y los exhibían en unas empalizadas conocidas como tzompantli. Los sacrificios humanos eran una forma de aplacar a los dioses hambrientos de sangre y muerte. Las celebraciones se prolongaban casi todo el mes de agosto.

El festejo actual de los mexicanos se realiza en noviembre por la tradición católica que nos llega a través de los españoles. El Día de Todos los Santos, el festejo del conjunto de los santos y mártires católicos del 1 de noviembre, lo hemos transformado en el Día de los Muertos Chiquitos, los niños que fallecen antes de ser bautizados y por lo tanto son (cruelmente) condenados al purgatorio. El 2 de noviembre, el Día de los Fieles Difuntos, es nuestro Día de los Muertos.

Los mexicanos hemos dado a nuestro festejo un toque de alegría. Como en el Halloween estadounidense, nos reímos de la muerte. Preparamos calaveritas de azúcar y les ponemos nuestro nombre, como si retáramos a la parca. Horneamos panes de muerto que nos comemos en un simbólico acto de canibalismo.

Las ofrendas recuerdan a los muertos y los hacen parte de nuestra vida cotidiana. Invitan a quienes se han ido a comer y beber los productos que disfrutaban. Dentro de la tristeza, hay un toque de alegría. Pretendemos que la muerte no existe verdaderamente.

Al final nuestro Día de Muertos es un reconocimiento colectivo de los temores del fin de la vida. Los cristianos deberían estar contentos por su arribo ya que, como tantas otras culturas, creen en una vida posterior en que los buenos serán premiados y los malos castigados: "Tan alta vida espero -escribía santa Teresa de Jesús- que muero porque no muero." Quienes no tenemos esa u otra fe enfrentamos simplemente una gran duda.

El Día de Muertos nos obliga a reflexionar sobre el destino de la vida. Es un festejo saludable. Sólo con la conciencia de la muerte podemos dar sentido a la existencia y encontrar aquellas cosas por las que vale la pena vivir: Canta Sabina: "Y morirme contigo si te matas y matarme contigo si te mueres, porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren."

 VOLARIS

Al abordar un avión de Volaris en Mexicali el personal me manda de nuevo al mostrador, fuera del área de seguridad, para pagar (con enojo) 450 pesos por una pequeña maleta que llevo a bordo en todo viaje y perder 15 minutos. La política no se aplica de forma sistemática. En el anterior vuelo llevo la misma maleta a bordo. Trataré de evitar Volaris.

Twitter: @SergioSarmiento

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