EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

La informalidad

JULIO FAESLER

La informalidad se infiltra por doquier. No sólo hablamos de ella en la economía nacional sino ya está claramente presente en la esfera política. En la economía se nos presenta con una doble careta. Una corresponde al enemigo a perseguir que oculta sus deberes. La otra, es la que ocupa a la mitad de la población trabajadora mexicana dándole casa, vestido y sustento.

Gracias a la economía informal la gente tiene empleo remunerador, aunque sin seguridad social ni pensión post retiro. Si se ha inscrito, empero, en el seguro popular o ha abierto una cuenta bancaria, el individuo se encuentra a la mitad del camino de su progreso socioeconómico de acuerdo con el Coneval. Falta ver si quiere seguir por esa vía. Pero, precisamente, la informalidad es criticada por los que sí pagan impuestos y por los que sí pagan salarios correctos con prestaciones. Los de la economía informal, la careta mala, han entrado a la economía por la puerta falsa.

La informalidad medra en el mundo de la política cuando un candidato o un grupo se van por la libre, declarándose independientes y se lanzan a una campaña reuniendo fondos y tejiendo alianzas con grupos sin compromiso partidista buscando que la suerte política lo lleve a la victoria. Nuevamente caretas. Una, desordenada y caprichosa, la otra, innovadora y progresista. Ninguna formal: ¿se vale?

La economía de la informalidad ofrece soluciones fáciles a la multitud de problemas que se dan en la actividad diaria y para cuya respuesta correcta el ciudadano normal encuentra incómodas o costosas. Sólo haciendo fácil y atractivo el cumplimiento de la ley con rendición de cuentas y transparencia, puede corregirse esta informalidad.

Por otra parte, la informalidad en el campo político, en contraste con el rigor institucional, se da con mucha mayor facilidad que en lo económico, por razón de la misma esencia libertaria con que esta actividad se desenvuelve. Sin más requisito que el del respeto a la calidad humana y con riguroso desinterés personal, las decisiones del político tocan famas y fortunas. Más que en cualquiera otra actividad, la política se transforma en un factor central de todo el devenir de una comunidad.

La economía y la política informales como hechos modernos, llenan espacios que están vacíos, problemas y puntos de la vida real que siguen largo tiempo en suspenso.

La informalidad en lo económico y en lo político parecerían fenómenos inconexos. No lo son. La comunidad mexicana es un todo integral. La falla de cualquier pieza debilita a las demás. Esto no significa que la entidad nacional esté, o deba estar, tan rígidamente compuesta que no haya espacio para iniciativas y ajustes. La informalidad no es condenable. Ningún sistema socioeconómico puede sobrevivir sin la flexibilidad que admita novedades y a la política corresponde la tarea de articular los cambios.

La informalidad es la expresión de lo creativo y por lo mismo es indispensable para que progresemos en cualquiera actividad colectiva. Su mera posibilidad asegura que las cosas no se estanquen. La informalidad liberadora de la rigidez institucional germina innovación y debe ser un ingrediente de la educación escolar para dar sentido positivo a la propensión por lo anárquico que está larvada en una juventud inquieta e insatisfecha.

En México tenemos que proteger la posibilidad de que los que tienen algo que aportar lo hagan sin obstáculos. La informalidad, bien entendida, es nuestra aliada.

juliofelipefaesler@yahoo.com

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1165767

elsiglo.mx