ENTRADA.- En menudo problema está metido México con sus cientos de miles de adictos a las drogas. A eso habría que añadir los diversos cárteles que operan en México dedicados a poner las drogas al alcance esos cientos de miles de adictos de manera oportuna, eficaz y a precios de mercado. Pero también hay más: los adictos consumidores que reclaman su irrenunciable derecho a consumirlas y a ser proveídos de ellas. Y como colofón al final de esta perversa cadena se encuentra el Estado, que inmerso en una terrible guerra, pretende evitar la producción y trasiego de las drogas para que los adictos no puedan disponer de ellas.
SOPA- El problema de la adicción a las drogas no es policiaco o meramente prohibitivo. Es un problema de salud pública y con ese criterio han sido tratadas otras drogas tales como el tabaco o el alcohol, que convenientemente reguladas por el Estado, son consumidos pacíficamente por la población al margen y sin la intervención de cárteles o mafias.
Se trata de un problema muy complejo que tiene varias caras, por ejemplo: ¿tiene el Estado facultades para prohibirle al gobernando se meta lo que él quiera y en las cantidades que quiera? ¿Tendría facultades el Estado para prohibirle a los cientos de miles de adictos el consumo de bebidas alcohólicas y la producción de éstas? ¿Tendría el Estado facultades legales para prohibirle a los mexicanos el libre derecho de fumarse los cigarrillos que deseen, la siembra del tabaco o su industrialización? De principio, el Estado no tiene facultades constitucionales para hacer eso.
PLATO FUERTE.- Los Estados Unidos creyeron poder enmendar la adicción a los alcoholes expidiendo en 1917 una enmienda constitucional (la Enmienda XVIII), que prohibía la venta, importación, exportación, fabricación y el transporte de bebidas alcohólicas en todo el territorio de Estados Unidos. La enmienda en enero de 1919 se impuso como ley federal. Aquella Ley Seca no prohibía ciertamente el consumo de alcohol, pero lo hacía muy difícil para las masas porque prohibía la manufactura, venta y el transporte de bebidas alcohólicas.
No obstante la Ley Seca, el alcohol continuó la producción ilegal de millones de galones y también importados clandestinamente de Canadá y México. Esto provocó el auge y aparición de mafias y los gánster. Las cárceles se llenaron de traficantes, contrabandistas y vendedores clandestinos de whisky adulterado, se corrompió el aparato de justicia y los políticos y gobernantes se convirtieron en socios o tapaderas de los criminales.
Ante la crisis de criminalidad desatada durante la década de 1920, la opinión pública dio un giro y la gente decidió que había sido peor el remedio que la enfermedad. El consumo de alcohol no sólo subsistió, sino que se incrementó bajo el control feroz de las mafias y los gánster. Todo esto demostraba que prohibir en vez de resolver los problemas los elevaba potencialmente. La Ley Seca había llevado el crimen organizado a sus niveles más altos en la historia norteamericana.
En 1932 Franklin D. Roosevelt declaró: "Que de ser elegido presidente, derogaría las leyes que aplicaban la Ley Seca", y así fue, el experimento había sido de fatales consecuencias para la vida del país.
El tema de la legalización de los estupefacientes, yo mejor diría, de su regularización, es tan definitivo y trascendental para la vida de este país como es la misma existencia del Estado. Esta nación no podrá seguir la marcha de su destino, si no se resuelve previamente el problema del narcotráfico y el consumo. El narcotráfico no desaparecerá mediante la promulgación de leyes, porque las adicciones están sujetas a leyes aún más fuertes que la misma ley de la gravedad: la ley de la oferta y de la demanda.
El país debe resolver, antes que otra cosa y para poder continuar como nación, el problema de las drogas, su consumo, trasiego y producción. México debe afrontar la terca y testaruda realidad con una mente abierta sin prejuicios históricos, políticos o religiosos. Debemos reconocer que no es persiguiendo adictos, liquidando narcos o apresándolos como se podría terminará con el narco crimen. Son los adictos los que financian el monopólico poder económico de los cárteles.
POSTRE- Si al adicto se le considera un enfermo y al diabético también, ¿Cómo reacciona un diabético que fuese a su farmacia a comprar un fármaco para controlar su glucemia, y el farmacéutico le dijera? Fíjese que no lo tenemos, el único que lo vende es "El Chapo", cómpresela a él.