En memoria de Don Salomón Issa Murra
Cómo expresar un sentimiento que fuera capaz de mitigar el vacío que ha dejado un ser querido sin saber el horror que están viviendo quienes ni siquiera ellos alcanzan aun a comprender la magnitud de la tragedia, lejos de la realidad por el dolor que los atenaza. Súbitamente se presentó, con sus blancas vestiduras, la dama desencarnada que los mescicas llamaban Coatlicue. Llegó silenciosa, enigmática, con las cuencas vacías donde una vez hubo ojos. La acompañaban el estupor, el llanto y la desdicha. Nadie la esperaba, tan veleidosa es, que llega de improviso. Conocida de todos, desde siempre es vista con miedo, como si viniese de otro mundo que se llevara a unos y a otros no, como si de pronto no fuéramos todos a formar parte de su legión.
La eternidad en el sueño es apenas un instante. Los que mueren entran en esa eternidad. La parca es una quimera en la que no creemos hasta que nos pasa cerca hiriéndonos profundamente en nuestros sentimientos. Desperdiciamos los mejores momentos de una existencia entretenidos en el ocio de simplemente ver pasar los días. En el torbellino de una vida placentera ¡necios de nosotros! olvidamos que somos mortales, que la muerte empieza cuando el ser humano nace; que locos de violencia y ciegos por la ira arremetemos contra nosotros mismos porque nuestra fatua vanidad nos hace creer que somos imperecederos. La luz del pabilo que agoniza da más calor que una humanidad entera sumida en las tinieblas de la incomprensión.
La muerte, que a nadie respeta, llegó encontrando al que mucho la había buscado. Con su forzada sonrisa y los muchos siglos de caminar por polvorientos caminos, recogiendo las almas de los muertos no se sorprendió de ver que la esperaba un hombre entrado en años cuyo rostro delataba a un recia personalidad, acostumbrada a mandar. Una chispa pareció brillar muy en el fondo de sus oquedades, ocultada al inclinar la cabeza y se dijo para sus adentros: unos me temen otro me odian, sin embargo llego solamente cuando soy llamada y muchos familiares me ven como un consuelo. He mirado en los arcanos folios de la vida desde el principio de los tiempos y hasta ahora nunca he escoltado a nadie cuya espera no estuviera prevista.
La diosa Coatlicue es un claro ejemplo de la dualidad, en la cual la cosmología precolombina parece basarse la intrínseca relación entre vida y muerte, dos caras del mismo concepto. Es la diosa de la fertilidad, patrona de la vida y de la muerte. Era venerada como la madre de los dioses, entre sus atributos era representada como una mujer usando una falda de serpientes. Estaba viviendo en el cerro de Coatepec donde hacía penitencia teniendo a su cargo el de barrer. En una ocasión mientras barría cayó del cielo un hermoso plumaje. Lo que dio lugar a que quedara embarazada del dios Huitzilopochtli.