Usted seguramente recordará cuando el entonces jefe de gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, se descartaba para la carrera presidencial del 2006 con su singular frase: "A mí denme por muerto, yo no voy a participar".
Meses después el líder tabasqueño se lanzó con todo su capital político, especialmente el ganado en la ciudad de México, para protagonizar una de las elecciones presidenciales más competidas y discutidas de la historia moderna.
Nunca supimos a ciencia cierta si el candidato panista Felipe Calderón recibió por parte del PRI los votos que necesitaba para vencer a López Obrador o si al final del día los electores mexicanos terminaron por rehuir a la opción de votar por una presidencia de izquierda de corte socialista y radical.
Luego vinieron las amargas protestas en Paseo de la Reforma y en el Zócalo que dejaron el terreno fértil para que en 2012 el aguerrido líder se lanzara de nueva cuenta en pos de ocupar la silla principal de Palacio Nacional.
Perdió en un segundo intento por mayor margen, pero como todos sabemos, López Obrador no quita el dedo del renglón: su meta es ganar la Presidencia en 2018 en un tercer y último intento.
Para ello organizó su propio partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) mediante el cual pretende, en una primera etapa, desbancar al PRD como la tercera fuerza política del país.
La estrategia es muy clara y la verdad de las cosas la lleva por buen sendero. Recuperar la capital mexicana, en donde López Obrador proyectó su imagen a nivel nacional y que utilizó como trampolín para sus aventuras electorales, es el primer gran objetivo.
Morena alcanzó al PRD en las preferencias electorales con un 24 por ciento de intención del voto en el Distrito Federal lo que significa -a dos meses de las elecciones- que en el centro del país está en vía de convertirse en la primera fuerza política.
Los escándalos de corrupción como la construcción de la ruta 12 del Metro, entre otros tantos "affaires", podrían derrocar al PRD del liderazgo que conserva desde que Cuauhtémoc Cárdenas se convirtió en el primer jefe de gobierno perredista.
López Obrador lanzó a varios de sus delfines para las elecciones de delegados, entre ellos a Ricardo Monreal, Claudia Sheinbaum, Martha Pérez Bejarano, Pablo Moctezuma Barragán, Jesús González Schmal y Bertha Luján Uranga.
No son políticos de alto prestigio, pero son conocidos en la capital y cuentan con capital suficiente para dar la pelea a los del PRD.
López Obrador ha intensificado sus giras por el Distrito Federal para apoyar a sus candidatos aprovechando la popularidad que conserva y seguramente muy pronto lo veremos encabezando grandes marchas en el primer cuadro.
Si Morena y su dueño Andrés Manuel recuperan políticamente el Distrito Federal, habrán dado el primer gran paso para construir una tercera candidatura presidencial para 2018.
Por lo mismo agarren piedras señores del PRI, PAN y demás partidos porque la competencia se pondrá caliente e intensa en las próximas semanas en la metrópoli azteca.
OPULENCIA Y GLAMOUR
Es impresionante la dinámica económica que se percibe en esta ciudad, especialmente en los sectores de Polanco, Juárez, Reforma, Santa Fe, Bosques de las Lomas y Lomas de Chapultepec.
Junto a la Torre Mayor se construyen dos rascacielos todavía más altos además de decenas de construcciones comerciales y de vivienda que se levantan a paso veloz por las colonias citadas.
Si a esto agregamos la imponente Plaza Carso con sus tiendas exclusivas, el Museo Soumaya, un acuario y los corporativos del grupo telefónico, amén de nuevos restaurantes y torres por doquier, tenemos que el Distrito Federal concentra una vez más las inversiones y el desarrollo que tanta falta hacen en el resto del país.
Ya vemos porque los políticos y ciertos dirigentes económicos y sociales dicen tantas barbaridades y actúan con singular opulencia y glamour, como si vivieran en otra república y en otro continente.
Obviamente esta bonanza sólo la disfruta la casta dorada capitalina, pero de ahí para abajo el pueblo sigue fregado como siempre, luchando a brazo partido para sobrevivir con salarios indignos o con las migajas que le deja la clase en el poder.
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