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La riesgosa confusión

FEDERICO REYES HEROLES

El Banco Mundial afirma contundente que la pobreza en el mundo ha disminuido. Cientos de millones han salido de la pobreza extrema, miseria, incluso en el África subsahariana. En todas las categorías de pobreza (10, 2.5 y 1.9 o menos dólares diarios) México muestra mejoría. Entonces vamos bien.

Los informes oficiales de la Cruzada contra el Hambre -avalados por Coneval- podrían llevarnos a la palabra éxito. Pero, en paralelo, aparece una nota desconsoladora: todos los días alrededor de 2,500 mexicanos se incorporan a la pobreza. Entonces caminamos hacia el abismo. Se trata de la pobreza multidimensional donde se miden más de una decena de factores como la calidad de la vivienda, niveles educativos, seguridad social, etc. Esta forma de medir la pobreza, más exigente, sólo mostrará mejoría con crecimiento económico y un incremento sustancial del salario. Hay motivos para la confusión. Por fin, ¿mejoramos o no?

Si a ello le agregamos la categoría de los "vulnerables", los que podrían empeorar, dejar de ser clase media y que suman 18 millones, pues el desconcierto aumenta. Pero también podrían ascender como lo demuestra un estudio de Credit Suisse que afirma que las clases medias han duplicado sus ingresos en los últimos 15 años. Son tantas las categorías de medición -pobres extremos, pobres moderados, vulnerables por carencia social, vulnerables por ingreso y finalmente los no pobres y no vulnerables-, que es muy difícil para el ciudadano común forjarse un criterio claro. La palabra pobreza se relativiza. ¿Pero entonces cómo explicar que sólo el 16 % de la población se autocalifica como pobre? Si en cambio se compara el equipamiento de los hogares que es información censal, los avances en el país son notables: electrificación, servicios sanitarios, equipamiento de los hogares, refrigeradores, lavadoras etc. Allí queda retratada la explosión de las clases medias.

Lo mismo ocurre con violencia. Las autoridades afirman que los tres delitos más severos -homicidios dolosos, secuestro y extorsión- han disminuido. En Ciudad Juárez festejan dos años sin un solo secuestro. Pero Acapulco compite seriamente por ser la ciudad más violenta del mundo. El Inegi afirma que uno de cada cinco mexicanos fue víctima de algún delito en 2014. Si a ello agregamos el morbo de algunos medios de comunicación que se regodean a diario con las notas rojas, podemos imaginar el impacto en la percepción. Pero, a la par, el propio Inegi reporta la disminución de homicidios dolosos muy por debajo de otros países del área. ¿Por fin?

BGC-Excélsior reportó en agosto que el 68 % de los mexicanos afirman que el rumbo del país es equivocado; el 66 % que los beneficios de las reformas no se están viendo. El presidente inaugura obras viales pero el 62 % de los mexicanos no cree en esos beneficios. Un 83 % no cree que los precios de la gasolina no subirán y 82 % no cree que disminuya el precio de la luz, que ya está disminuyendo.

La falta de credibilidad en el gobierno es problema del gobierno, pero afecta a las instituciones. Distintas mediciones muestran que todas han perdido credibilidad, el Ejército, la CNDH, el INE, el Congreso, la SCJN, hasta la Iglesia. Las inversiones llegan, pero la gente no lo cree. Los hechos caminan contra la percepción, es enfermizo. El FMI reconoce seriedad en las reformas de México y llegamos a la inflación más baja en cuatro décadas, pero la calle califica mal el rumbo. Este brutal desfase está dañando al país.

Hay diferencias estatales y regionales muy marcadas, por ejemplo El Bajío, Querétaro y Guanajuato, creciendo admirablemente y Campeche decreciendo en dos dígitos. Pero el desconcierto es nacional. Lo advirtió Berkeley, el problema es que la percepción se convierte en hechos en tanto que la gente actúa en consecuencia. Por qué invertir o trabajar más o pedir un crédito cuando el rumbo está equivocado. ¿Hay soluciones? Lo primero es ser muy claro sobre la metodología de los estudios. Cuando son de percepción hay que cuestionar su potencia. Entrevistar a dos cientos especialistas, ocurre con estudios de Foro Económico Mundial (WEF) o el clásico del Banco de México, puede ser útil pero muy endeble y volátil. Las encuestas telefónicas son frágiles. Cuando los estudios son en domicilio y con una cobertura amplia su confiabilidad es mucho mayor.

Buscar que sean fuentes externas al gobierno las que informen ayuda. Acudir lo más posible a cifras duras, censales, y acreditadas internacionalmente, homicidios dolosos por 100 habitantes, por ejemplo, es lo más sano. La crítica y la duda sistemática son obligadas y en ocasiones la confusión es inevitable, pero hay que combatirla no cultivarla. Construir certezas mínimas es también un deber. La confusión es un riesgoso caldo de cultivo. En esas estamos.

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Escrito en: Federico Reyes Heroles

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