Río Ness. Inverness, Escocia. (Cortesía)
Como dicen los abuelos, o los sabios (o ambos): "Una cosa lleva a la otra". Hace aproximadamente un año, un desfile de eventos, casi todos ellos fortuitos, me pusieron arriba de una bicicleta en París, al lado de la Catedral de Notre Dame, dispuesto a completar El Camino de Santiago, gesta que completé al llegar a la Catedral de Santiago de Compostela veintitantos días después.
La experiencia fue tan plena que durante el trayecto supe que había nacido en mí una nueva vocación (para no decirle algo más feo como vicio). Habría de recorrer en bicicleta las rutas más emblemáticas del mundo, al menos, la mayor cantidad de ellas antes de que el cuerpo pierda la capacidad de completar, y más importante, de disfrutar trayectos en bicicleta de larga distancia.
Durante El Camino de Santiago, en una de las últimas etapas, conocí a un hombre escocés en uno de los albergues de peregrinos. En conversación casual, mencionó la existencia de una ruta en Gran Bretaña que consiste en cruzar la isla en su máxima extensión transversal, lo que requiere tocar los puntos geográficos John O'Groats en el extremo norte de Escocia y Land's End en el extremo sur de Ingaterra.
De hacerse de sur a norte, el trayecto lleva el mote de LEJOG (Land's End to John O'Groats). Y de hacerse de norte a sur, JOGLE (John O'Groats to Land's End). A las personas que logran completar la ruta sin asistencia de un vehículo motorizado, esto es a pie o en bicicleta, se les otorga el rango de "End to Enders". ¡Hay registro de una persona que inclusive ha hecho el trayecto nadando!
De no haber tenido contacto con el escocés en España, dudo mucho que la ruta se hubiese cruzado en mis planes o en mi conciencia, así que la ruta ahora cobró un cierto aire de Destino Manifiesto. No hubo mucho titubeo, estaba "obligado" en convertirme en End to Ender.
Decidí la fecha y compré los respectivos boletos de avión y tren. Investigando la mejor manera de hacer el trayecto, me di cuenta que hay de dos sopas: O se traza la ruta dándole prioridad al tiempo (haciéndola lo más rápido posible) o dándole prioridad al placer (haciéndola lo más interesante/atractiva posible).
Me tardé unos 30 segundos en tomar la decisión: Placer. ¿Qué implicaba esto? Implicaba que tendría que cruzar los Parques Nacionales (Cairngorms en Escocia, Lake District y Dartmoor en Inglaterra) en vez de evadirlos, que es lo que hacen los que van por tiempo. Y luego de leer blogs de End to Enders y artículos de ruta, era casi unánime que la ruta más atractiva era JOGLE (de norte a sur).
Sabía por mi experiencia en Francia y España que las etapas de parques nacionales son siempre las más espactaculares, pero también las más demandantes físicamente. Aunado a esto, los blogs y demás información en Internet prácticamente aseguraban que el viento lo llevaría en contra todo el camino. Las corrientes de aire en Gran Bretaña son de sur a norte. Lo único que quedaba por verse era la intensidad del viento que llevaría en contra.
Al completar El Camino de Santiago, varios amigos y conocidos manifestaron interés en acompañarme a mi siguiente viaje en bicicleta, así que anuncié mis planes a varios de ellos, anticipando que muy pocos o ninguno podría materializarlo. Para mi sorpresa, tres de ellos lo hicieron: un amigo regiomontano que conocí en Estocolmo (en donde resido actualmente), un sobrino de Torreón y un amigo sueco.
El 8 de julio, mismo día que mi cumpleaños número 40, en el poblado de Thurso, al extremo norte de Escocia, comenzamos el trayecto. Por algún motivo, un pensamiento ocupó mi cabeza todo ese día. Había llegado a los 40, con el cuerpo y el sentido del humor en muy buenos niveles de salud, empleado, enamorado de mi novia, a punto de hacer lo que me encanta hacer. Me sentí en un sitio emocional al que quiero volver y volver y volver.