La tierra y la sombra
Dirigido por César Augusto Acevedo, el filme representará a Colombia en los Premios Óscar y buscará participar en los Goya, es un retrato a color de la tragedia que vive el campo en ese país, pero también es un drama donde el amor se hace presente en medio de un paraíso de pobreza y marginación, donde el valor de la tierra y la resistencia de los hombres del campo se convierten en una acción visual poética.
La mejor ópera prima dentro del Festival de Cannes, La tierra y la sombra (2015), incluye fuertes resonancias del pasado socialista colombiano. Del director colombiano César Augusto Acevedo, la cinta es una historia ficticia que se adentra en la realidad que todavía vive la población marginada en Colombia, a través de la vida de un hombre quien debe salvar a su familia y regresar al hogar que abandonó años atrás, a fin de enfrentar las enormes dificultades por las que pasan sus seres queridos.
Alfonso, el protagonista, es un viejo campesino que se enfrenta a la labor de retomar su papel como padre, abuelo y soporte de familia ante la fatal enfermedad que padece su único hijo, cuya causa son las quemas de caña de azúcar.
Bajo esa atmósfera, deberá ganarse la voluntad de su esposa, quien se ha vuelto dura con él después de su partida. Y es que la mujer se niega a abandonar su tierra, aunque esto signifique que su vida y el bienestar de su familia permanezcan en las sombras provocadas por el humo negro y el polvo.
Ambientada en las propias plantaciones de caña de azúcar de la región colombiana que ha sido azotada por la violencia política, guerrillera, paramilitar y del narcotráfico, en varios períodos de la historia moderna del país sudamericano, narra como una crónica la tragedia de Alfonso, el campesino que retorna a casa luego de una prolongada ausencia de 17 años. Una metáfora del eterno retorno donde se borra todo vestigio de lo que antes fue, con el peso de un mal que azota al campo colombiano, la posibilidad de ser desplazados.
DE LA REALIDAD A LA PANTALLA
Inspirada en la propia historia del cineasta caleño, la cinta incorpora una fuerte dosis de realismo con el que los espectadores se identifican, pues a través de la tragedia íntima de esta familia se dibuja también el drama social de los agricultores empobrecidos luchando por sobrevivir a las exigencias del mercado.
Para imprimirle autenticidad a su filme, el también guionista eligió a actores no profesionales de la región del Valle de Cauca, donde se desarrolla la historia. Sin embargo, se valió también de la participación de la actriz Marleyda Soto, quien interpreta el personaje de la nuera de Alfonso.
El fin se complementa con la labor fotográfica y de ambientación inspirada en el trabajo del cineasta ruso Andréi Tarkovski.
POR LA PUERTA GRANDE
La coproducción entre Colombia, Francia y Holanda fue galardonada con la Cámara de Oro a la Mejor Ópera Prima, siendo la mayor condecoración otorgada para una película colombiana en el Festival de Cannes. Además consiguió los premios del Público, de la Sociedad de Autores y Premio Revelación en el mismo certamen.
Tras su éxito en Cannes, la cinta fue preseleccionada para participar en los premios Óscar como Mejor Película Extranjera por Colombia y también buscará un lugar para participar en los premios Goya, en la categoría de Mejor Película Iberoamericana.
La película era uno de los dos largometrajes latinoamericanos que resultaron seleccionados entre los siete finalistas de la Semana de la Crítica, en la que participaron un total de mil 750 trabajos de diferentes países. El premio SACD es otorgado por un jurado compuesto por directores miembros de la Sociedad de Autores de Francia.
LOS FRUTOS DEL TRABAJO
“Cuando la gente comenzó a aplaudir tanto, al finalizar la primera proyección en Cannes de La tierra y la sombra, yo me salí a llorar. Me quebré. Después de tantos años de trabajo, esto era un verdadero logro. Cuando me di cuenta, detrás de mí estaba el director de fotografía de las películas de David Cronenberg (Peter Suschitzky), quien me dijo, emocionado, que le había encantado la película”, recordó el director de cine en una entrevista que otorgó cuando regresó a su país con uno de los más grandes logros cinematográficos obtenidos en su tierra natal.
En esa misma ocasión aclaró, que más allá de ese retrato agudo de marginación, pobreza y desplazamiento, quiso mostrar lo que siente una persona cuando regresa a un lugar y se encuentra que todo está cambiado, enmarcado por una historia familiar de desintegración donde los personajes luchan de manera cotidiana por fortalecer sus lazos afectivos, ese dolor del propio director.
Uno de los retos del cineasta fue haber realizado la película con actores naturales, ya que gran parte del drama está recargado en ellos, por lo que un mes antes del rodaje, trabajó de manera intensa con una preparadora de actuación originaria de Brasil, Fátima Toledo, conocida por haber realizado el mismo proceso en cintas como Ciudad de Dios y Tropa Elite. Con su tradicional método de no proporcionar a los actores el guión, sino apelar a la memoria sensitiva de cada persona, la brasileña captó la idea del director colombiano, en una extraordinaria mancuerna.
“Fátima logra descubrir en uno las emociones que uno tiene muy escondidas y que no aflora, ella usa las emociones vividas por nosotros, esas que nos pasan en la vida cotidiana”, comentó Hilda Ruiz, quien en la cinta da vida al personaje de Alicia. Mientras que el protagonista Haimer Leal (Alfonso), reconoció haber tomado su personaje con el corazón, en gran parte, gracias al trabajo de la brasileña, quien logró descubrir en él cosas que nunca nadie había hecho salir “uno en el momento de la escena saca a flote esas emociones vividas”.
UNA HISTORIA PROPIA
La construcción poética que logra Acevedo en su cinta, reconociendo la propia memoria de su madre y la construcción de sus lazos familiares, es transmitida al espectador de manera magistral. Si bien la cinta en apariencia es sencilla, el poder de la imagen, la forma en la que la luz contrasta con la realidad, y el efecto de claustrofobia en un espacio abierto, encerrado por los cultivos de caña, hacen de La tierra y la sombra, una secuencia de emociones capturadas por la fotografía.
“A mí el cine me gusta porque siento que cuando uno ve una buena película se siente más humano, enriquece su vida y su experiencia del mundo”, dijo el joven director colombiano durante una entrevista, y quizás ese sea uno de los grandes legados de está película, la capacidad de humanizar la soledad, el miedo, y el dolor, desde la experiencia de una familia que a lo largo de más de noventa minutos, trata de reconstruir un puente entre el pasado y el presente.
“La película nació de un dolor personal, mi mamá estaba muerta cuando empecé a escribir y mi papá era como un fantasma, esa imposibilidad de generar recuerdos me condenó a olvidaros, así que intente hacer una película que me permitiera volver a los personas que más amaba, trabajé mucho tiempo pero no lograba tener unos personajes porque había llenado una casa con mis fantasmas, fue muy duro aceptar que todo lo que yo buscaba con esta película se había perdido detrás de ellos, así que decidí tomar distancia y partiendo de ese dolor personal, sacar algo bueno de los valores familiares y lo difícil que ha de ser mantener esos lazos con las personas que más amamos”, ha comentado el director.
Herramienta
El director de cine colombiano César Augusto Acevedo, quien nació en Cali en 1984, es egresado de la carrera de Comunicación de la Universidad del Valle, además es el autor de los cortometrajes, aún sin estrenar Los Pasos del Agua y La Campana, este último resultó ganador del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico. Ha sido coguionista y asistente de dirección de Óscar Ruiz Navia en la película Los hongos, que obtuvo Premio Especial del Jurado en Rotterdam.