Les Urge Dejar Atrás a Iguala. Al gobierno se le acumulan las crisis. A la originada por la tragedia del 26-27 de septiembre pasado en Iguala y las ejecuciones de Tlatlaya tres meses antes, se le unió la del tráfico de influencias -la licitación sin competencia del tren México-Querétaro, la "casa blanca" y las otras, etcétera- y luego la fiscal, producto de la caída de los precios internacionales del petróleo.
Por ello, al gobierno le urge dar por concluida al menos una de estas crisis, la que estalló en Guerrero. Sin embargo, ese cierre depende menos de la voluntad gubernamental y más de la voluntad de los afectados, de la sociedad en general y hasta de los observadores externos.
El 27 de enero, el presidente manifestó que la tragedia de Iguala "no puede dejarnos atrapados, no podemos quedarnos ahí". Ese mismo día, el Procurador General de la República intentó dotar de contenido a la decisión presidencial y dio por concluida no sólo la averiguación previa que su institución, la PGR, llevó a cabo en torno a la desaparición de 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa, sino el gran problema político que eso había provocado. Según la PGR, el 26 de septiembre la policía municipal de Iguala interceptó, disparó y capturó a los estudiantes. En esa operación la policía hirió a 20 personas, dio muerte a otras seis y luego entregó a 43 más a una banda del crimen organizado que los confundió con miembros de una banda rival. Esos jóvenes fueron asesinados, incinerados en un basurero y sus cenizas tiradas a un río. La autoridad federal, dijo el procurador, ya ha capturado y consignado a buena parte de los culpables, (Reforma, 28 de enero). Ahora sólo falta encontrar al resto y que las instancias judiciales hagan su tarea.
Para el procurador, esta versión es ni más ni menos que "la verdad histórica de los hechos". Acto seguido, el secretario de Gobernación aseguró que el gobierno ya no iba a tolerar que "grupos radicales", so pretexto de exigir justicia, siguieran movilizándose y cometiendo excesos, (La Jornada, 30 de enero). En suma y según la versión oficial, esta crisis ya está casi resuelta y casi es historia, pero ¿realmente lo es?
La Verdad Sospechosa. El broche de oro con que la PGR cerró la narración de lo ocurrido en Iguala fue el concepto de "verdad histórica". Pero resulta que en cualquier narración histórica no hay nunca una auténtica verdad sino simples aproximaciones a ella que, con el tiempo, nuevos datos e interpretaciones, pueden echar por tierra la versión original y sustituirla por otra u otras. Reconstruir un hecho histórico, saber lo que realmente pasó, cómo y por qué, es imposible. Ningún historiador puede reconstruir realmente el pasado. Lo sucedido, son hechos únicos e irrepetibles al nivel de la narración. Las variables que intervienen pueden ser tantas que ni siquiera sabemos cuántas. La información siempre es incompleta pues nunca queda registro de todo, es imposible de determinar a satisfacción los motivos de los actores pues, a veces, ni ellos mismos entienden plenamente lo que los mueve.
Veamos un ejemplo clásico. Se supone el inicio de la Revolución Francesa fue la toma de la prisión de La Bastilla en las afueras de París el martes 14 de julio de 1789 por una muchedumbre que se había armado con fusiles y cañones sacados del Hotel de los Inválidos y que ya se había movilizado dos días antes. Sin embargo, ¿fue realmente ese el comienzo o el viejo régimen ya estaba terminado desde antes? ¿Fue el despido del ministro de Finanzas por Luis XVI lo que movió a la muchedumbre o fueron otros y muy variados agravios? ¿Exactamente cuántos participaron? ¿Cómo? ¿Qué cálculos hizo el gobernador de la prisión antes de ordenar abrir las puertas? En fin, los asuntos a resolver son incontables y los testimonios limitados lo mismo que su confiabilidad. Pasarán los años, vendrán nuevos estudios, las explicaciones se modificarán y será un cuento de nunca acabar.
Confianza. Para que una narrativa funcione como "verdad histórica" relativa, debe haber un alto grado de consenso en torno a los hechos y sus causas y de eso se carece en el caso de Iguala. Es también necesario que la explicación sea creíble y, justamente lo que falta en nuestro país es la credibilidad de la fuente de información e interpretación oficial. Hace mucho que en la base social se desconfía, y con sobrada razón, del gobierno, en particular cuando los datos provienen de declaraciones de presuntos culpables o testigos vulnerables. Y ahí está el caso reciente de los ejecutados en Tlatlaya como ejemplo de "verdad histórica" oficial que cambió 180° en unos cuantos meses.
El 68 Quedó muy Lejos. En otras condiciones, por ejemplo, las posteriores al 2 de octubre de 1968, lo dicho por el presidente y sus colaboradores más la acción de policías y ejército aunado a medios de información muy controlados, llevaría a que la narrativa gubernamental apareciera como la "verdad histórica" tal y como sucedió tras la masacre de Tlatelolco, cuando las protestas desaparecieron y la normalidad pareció recuperarse, al menos en la superficie y sólo por un tiempo. Sin embargo, actualmente las condiciones son muy otras y lo ocurrido en Iguala dista de ser una crisis superada. Hoy la "verdad histórica", necesita de una credibilidad que simplemente no existe.
www.lorenzomeyer.com.mx
agenda_ciudadana@hotmail.com