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LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA

Un sentimiento que nos hace hervir

JUAN RECAREDO

La cultura monogámica en la que vivimos nos lleva con frecuencia a situaciones difíciles como es la de los celos. Muchas veces, hemos visto de lo que puede ser capaz una persona atacada por los celos que en más de una ocasión ha conducido a horribles crímenes.

En lenguaje coloquial, generalmente entendemos los celos como un sentimiento de traición, de que "tu pareja quiere a otro" a pesar de que tiene un compromiso contigo. Pero hay otro tipo de celos o de celo que no tiene necesariamente algo que ver con una relación amorosa.

El celo puede ser el cuidado, esmero o diligencia que alguien pone al hacer sus tareas. Hay por ejemplo algunos operarios o funcionarios que son muy celosos del cumplimiento de su deber. También, el celo es la época en que los animales sienten el "apetito" de la reproducción, o sea, que quieren aparearse (unirse en pares) para tener actividad sexual y como resultado de ello, tener hijitos.

Esto se entiende mejor si sabemos que la palabra celar tiene su origen en el vocablo latino zelus, que significa tener ardor o hervir, del vocablo griego zein, que se traduce precisamente como eso, hervir.

La palabra celo en su acepción de "actitud suspicaz" también puede llamarse recelo y del dicho celo deriva también la palabra celador, que es el que vigila o cuida que las cosas se hagan de acuerdo con lo establecido y eso puede ser en una cárcel, en un hospital o en otras instituciones de giro similar.

De ahí nos vamos a otro vocablo, la palabra cliente. El cliente en su sentido más común es aquella persona que utiliza con frecuencia los servicios de un profesionista o de una empresa, en una relación puramente comercial. Mi cliente es el que compra con frecuencia mis productos o paga por usar mis servicios repetidamente.

En el caso de los médicos que no quieren parecer muy interesados en el aspecto económico, generalmente al cliente le llaman paciente, no porque tenga que esperar con paciencia o calma a que lo curen, sino porque el adjetivo paciente se aplica también como equivalente "al que padece", o sea que el paciente es como si fuera "el padeciente", aunque esa palabra la entrecomillamos porque no está en el Diccionario. Entonces, el paciente es el que sufre una enfermedad y va con el médico para que lo cure. Paciente viene del latín patiens, que es precisamente "el que sufre".

En Roma, la palabra cliente tenía un significado muy distinto al que le damos actualmente. Los clientes eran ciudadanos libres que voluntariamente se ponían bajo la protección de una familia encumbrada, el jefe de la cual estaba obligado a defenderles ante los tribunales y a apoyarlos económicamente. A cambio de eso, los clientes le debían a su patronus respeto y obediencia, le acompañaban en público y todas las mañanas acudían a saludarle. Esas eran las costumbres de la época.

Escríbale a Don Juan Recaredo:

La dirección de su correo electrónico es comodijo2@hotmail.com

PREGUNTA DEL PÚBLICO:

Carlos A. Orozco. ¿Es correcto decir "la voz humana"? ¿No es redundancia? ¿No se presupone que al decir voz, ésta tiene que ser humana?

RESPUESTA:

No. La voz no es necesariamente humana. Los animales también tienen voz. Así se considera el sonido característico que cada especie emite.

Me voy recordando lo que decía Alfred Hitchcock: Hay más emoción, realismo, intriga, violencia e interés en una novela de amor que en la mayoría de las películas de suspenso. ¿Cómo dijo? LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA.

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