es hacer que la astrología parezca respetable."— John Kenneth Galbraith
Pon a un experto a hablar en público y te ofrecerá un panorama pesimista. Junta a varios y competirán por ser negativos. Quizá es natural. Los expertos logran una mayor atención cuando son pesimistas y cuando varios están presentes compiten por esa atención.
Este pasado fin de semana asistí a un interesante panel de discusión organizado por la empresa Nestlé en Salzburgo sobre los desequilibrios del mundo actual. Como es común en estas mesas escuché críticas a la globalización, al calentamiento global, a la desigualdad, a la brecha digital, a la crisis migratoria, al desempleo juvenil, al desperdicio del agua, al deterioro ambiental y a muchos otros problemas.
Cada uno de estos problemas es real, pero no pude evitar recordar cómo a lo largo de la historia siempre ha habido voces que cuestionan el avance de la humanidad y afirman que la catástrofe está a la vuelta de la esquina.
En 1826 el inglés Thomas Malthus publicó su Ensayo sobre el principio de población, en el que argumentaba que debido a que la población aumentaba más rápido que la producción de alimentos se provocaría una situación de hambre generalizada para fines del siglo XIX. Malthus no se equivocó en su previsión demográfica. En 1804 el planeta apenas llegó a tener mil millones de seres humanos; para 2011 ya éramos 7 mil millones. Sin embargo, la producción de alimentos y materias primas se ha incrementado a la misma velocidad o con mayor rapidez. Hoy tenemos un problema de distribución de alimentos, pero no de escasez de producción.
En 1972 el llamado Club de Roma pronosticó que para fines del siglo XX el planeta sufriría hambre. "En un planeta limitado -sentenció-- las dinámicas de crecimiento exponencial no son sostenibles." Una vez más los expertos se equivocaron. En los siguientes 30 años más personas salieron de la pobreza extrema, particularmente en China que abandonó el comunismo, que en toda la historia de la humanidad.
A principios del siglo XXI los pesimistas previeron un aumento exponencial del precio del petróleo como consecuencia del agotamiento de este recurso que generaría una crisis económica mayúscula. Lo que hemos visto en 2014 y 2015 es más bien un colapso del precio.
Los especialistas siempre han subestimado la capacidad del ser humano para incrementar la producción de alimentos o de materias primas. No sólo han perdido de vista la manera en que la tecnología ha permitido elevar la producción sino el papel de los incentivos en un mercado libre. El capitalismo que los agoreros han considerado la semilla de la destrucción es en realidad el impulso para la producción.
Supongo que muchas de las predicciones pesimistas pueden volverse realidad, pero mientras mantengamos un mercado libre, éste seguirá ofreciendo incentivos para incrementar la inversión, la tecnología y la producción. Lo anterior es particularmente importante para los alimentos, el petróleo o el agua. Si prohibimos que el agua tenga un precio realista, entonces sí se agotará.
Muchos grupos supuestamente ecologistas quieren limitar el uso del mercado o de la tecnología al oponerse, por ejemplo, al uso de transgénicos o a ponerle un precio al agua. Dicen que buscan defender a la humanidad, pero su propósito perverso es convertir en realidad sus pronósticos más negativos.
El futuro nunca estará asegurado, pero sin duda será más positivo si mantenemos los incentivos del mercado y el uso de la tecnología que nos han permitido mejorar incluso cuando agoreros como Malthus y el Club de Roma nos aseguraban que para estas fechas ya estaríamos todos muertos.
CASTIGO A LOS ELECTORES
He rechazado el populismo del Partido Verde en temas como el uso de animales en los circos. Pero regresar a los tiempos de la prohibición de partidos es inaceptable. El Verde ha pagado las multas que se le impusieron por sus faltas administrativas. Prohibirlo es un castigo a los electores que ven en él una opción.
Twitter: @SergioSarmiento